Coplas de víspera

santa-agueda

COPLAS DE VÍSPERA

Ya había anochecido a media tarde de aquel cuatro de febrero. Un grupo de niños y niñas, vestidos de caseros y con los bastones engalanados a base de cintas tricolores y cascabeles,  cantaba coplas a Santa Águeda. Al terminar su repertorio recibieron con gritos y aplausos bolsas de patatas, monedas y hasta un par de billetes.

Continuaron calle arriba, pero antes de llegar al caserío Amizte, cambiaron de acera y apretaron el paso, empujándose unos a otros. En esa casa vivía el «comeniños», el «ogro» o el «monstruo», según quien lo contara. En lo que sí coincidían todas las versiones era en que había que mantenerse lejos de él. Aunque no hiciera falta por el miedo que les daba, tenían prohibido pasar por delante de su puerta. Sobre todo la víspera de Santa Águeda, esa tarde siempre estaba vigilando. A veces les hacía señas y les llamaba desde la ventana. Un año incluso salió a la calle; los niños echaron a correr y consiguieron escapar. Por suerte el ogro estaba mayor y torpe.

El viejo Martín miraba por una de las ventanas de la planta alta del caserío Amizte, su hogar desde que nació. Abrió un poco la ventana para escuchar las coplas del coro infantil. Al rato les vio pasar por la acera de enfrente, apresurados. Tras perderlos de vista, bajó despacio las escaleras, con una mano en las lumbares y la mirada ausente. Se preguntaba si alguna vez, por fin, cantarían frente a su casa y podría darles la bolsa con gominolas y bollos que les preparaba cada año. Los llamaba desde la ventana y en una ocasión incluso salió a la calle y les gritó que tenía algo para ellos, pero siempre pasaban corriendo y no le oían. Qué pena, con la ilusión que le haría…

Reto 49 para Literup – Crea una ficción a partir de una fiesta o celebración propia de tu municipio/ciudad/país.

40 comentarios en “Coplas de víspera

  1. whatgoesaround dijo:

    Qué pena me ha dado el presunto ogro. No puede ser, hay que hacer algo, darle cariño, sacarle de su condena injusta. Los sentimientos de soledad y de tristeza, o de sentirse no querido y hasta señalado o despreciado pueden hacer mucha mella, mucho daño, ¿Es típica esa celebración o costumbre de allí? La desconozco.

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    • lunapaniagua dijo:

      Sí, Santa Águeda es el 5 de febrero. El cuatro se sale, vestidos de caseros o no, con las makilas (bastones, imprescindibles, para llevar el ritmo). Se van cantando coplas, conocidas e inventadas, y la gente da dinero o comida. Luego se hace merienda o cena. Eso es la teoría.
      Se han empezado a adornar los bastones con cintas blancas, rojas y verdes y cascabeles.
      Aquí los niños de 6º curso inventan coplas en tono de humor y se las cantan al alcalde en el ayuntamiento. El 5 salen los quintos bailando y cantando y recogiendo dinero. O igual también es el 4, ahora no estoy segura.
      Mi recuerdo más bonito es cantar en una residencia de ancianos, las canciones son las de siempre y cantaban, alguno hasta emocionado (y alguno se durmió). Y qué contentos nos daban la bolsa con cositas, muy agradecidos.

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      • whatgoesaround dijo:

        Muchas gracias por toda la explicación. Esto de dar cosas a los niños, dulces y etcétera, porque canten, recuerda un poco a la noche de Halloween. Y lo de las coplas inventadas en tono de humor me ha recordado a las famosas chirigotas del carnaval de Cádiz y toda la guasa tan típica de aquellas tierras. Bueno, son semejanzas lejanas, los de Cádiz son casi profesionales del cachondeo. Nunca he participado en nada parecido de niño, suena bonito.

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  2. Superduque777 dijo:

    Coplas por la muerte de su padre / Jorge Manrique

    I
    Recuerde el alma dormida,
    avive el seso y despierte
    contemplando
    cómo se pasa la vida,
    cómo se viene la muerte
    tan callando,
    cuán presto se va el placer,
    cómo, después de acordado,
    da dolor;
    cómo, a nuestro parecer,
    cualquiera tiempo pasado
    fue mejor.

    II
    Pues si vemos lo presente
    cómo en un punto se es ido
    y acabado,
    si juzgamos sabiamente,
    daremos lo no venido
    por pasado.
    —116→
    No se engañe nadie, no,
    pensando que ha de durar
    lo que espera
    mas que duró lo que vio,
    pues que todo ha de pasar
    por tal manera.

    III
    Nuestras vidas son los ríos
    que van a dar en la mar,
    que es el morir,
    allí van los señoríos
    derechos a se acabar
    y consumir;
    allí los ríos caudales,
    allí los otros medianos
    y más chicos,
    y llegados, son iguales
    los que viven por sus manos
    y los ricos.

    IV

    Invocación

    Dejo las invocaciones
    de los famosos poetas
    y oradores;
    no curo de sus ficciones,
    —117→
    que traen yerbas secretas
    sus sabores;
    aquel sólo invoco yo
    de verdad,
    que en este mundo viviendo
    el mundo no conoció
    su deidad.

    V
    Este mundo es el camino
    para el otro, que es morada
    sin pesar;
    mas cumple tener buen tino
    para andar esta jornada
    sin errar.
    Partimos cuando nacemos
    andamos mientras vivimos,
    y llegamos
    al tiempo que fenecemos;
    así que cuando morimos
    descansamos.

    VI
    Este mundo bueno fue
    si bien usásemos dél
    como debemos,
    porque, según nuestra fe,
    —118→
    es para ganar aquel
    que atendemos.
    Aun aquel Hijo de Dios,
    para subirnos al cielo,
    descendió
    a nacer acá entre nos,
    y a morir en este suelo
    do murió.

    VII
    Ved de cuán poco valor
    son las cosas tras que andamos
    y corremos,
    que, en este mundo traidor
    aun primero que miramos
    las perdemos:
    de ellas deshace la edad,
    de ellas casos desastrados
    que acaecen,
    de ellas, por su calidad,
    en los más altos estados
    desfallecen.

    VIII
    Decidme: La hermosura,
    la gentil frescura y tez
    de la cara,
    la color y la blancura,
    —119→
    cuando viene la vejez,
    ¿cuál se para?
    Las mañas y ligereza
    y la fuerza corporal
    de juventud,
    todo se torna graveza
    cuando llega al arrabal
    de senectud.

    IX
    Pues la sangre de los godos,
    y el linaje y la nobleza
    tan crecida,
    ¡por cuántas vías y inodos
    se pierde su gran alteza
    en esta vida!
    Unos, por poco valer,
    ¡por cuán bajos y abatidos
    que los tienen!;
    otros que, por no tener,
    con oficios no debidos
    se mantienen.

    X
    Los estados y riqueza,
    que nos dejen a deshora
    ¿quién lo duda?
    —120→
    no les pidamos firmeza,
    pues son de una señora
    que se muda.
    Que bienes son de Fortuna
    que revuelven con su rueda
    presurosa,
    la cual no puede ser una
    ni estar estable ni queda
    en una cosa.

    XI
    Pero digo que acompañen
    y lleguen hasta la huesa
    con su dueño:
    por eso no nos engañen,
    pues se va la vida apriesa
    como sueño;
    y los deleites de acá
    son, en que nos deleitamos,
    temporales,
    y los tormentos de allá,
    que por ellos esperamos,
    eternales.

    XII
    Los placeres y dulzores
    de esta vida trabajada
    que tenemos,
    —121→
    no son sino corredores,
    y la muerte, la celada
    en que caemos.
    No mirando a nuestro daño,
    corremos a rienda suelta
    sin parar;
    desque vemos el engaño
    y queremos dar la vuelta,
    no hay lugar.

    XIII
    Si fuese en nuestro poder
    hacer la cara hermosa
    corporal,
    como podemos hacer
    el alma tan gloriosa,
    angelical,
    ¡qué diligencia tan viva
    tuviéramos toda hora,
    y tan presta,
    en componer la cautiva,
    dejándonos la señora
    descompuesta!

    XIV
    Esos reyes poderosos
    que vemos por escrituras
    ya pasadas,
    —122→
    con casos tristes, llorosos,
    fueron sus buenas venturas
    trastornadas;
    así que no hay cosa fuerte,
    que a papas y emperadores
    y prelados,
    así los trata la Muerte
    como a los pobres pastores
    de ganados.

    XV
    Dejemos a los troyanos,
    que sus males no los vimos,
    ni sus glorias;
    dejemos a los romanos,
    aunque oímos y leímos
    sus historias;
    no curemos de saber
    lo de aquel siglo pasado
    qué fue de ello;
    vengamos a lo de ayer,
    que también es olvidado
    como aquello.

    XVI
    ¿Qué se hizo el Rey Don Juan?
    Los Infantes de Aragón
    ¿qué se hicieron?
    —123→
    ¿Qué fue de tanto galán,
    qué de tanta invención
    que trajeron?
    ¿Fueron sino devaneos,
    qué fueron sino verduras
    de las eras,
    las justas y los torneos,
    paramentos, bordaduras
    y cimeras?11

    XVII
    ¿Qué se hicieron las damas,
    sus tocados y vestidos,
    sus olores?
    ¿Qué se hicieron las llamas
    de los fuegos encendidos
    de amadores?
    ¿Qué se hizo aquel trovar,
    las músicas acordadas
    que tañían?
    ¿Qué se hizo aquel danzar,
    aquellas ropas chapadas
    que traían?
    —124→

    XVIII
    Pues el otro, su heredero,
    Don Enrique, ¡qué poderes
    alcanzaba!
    ¡Cuán blando, cuán halaguero
    el mundo con sus placeres
    se le daba!
    Mas verás cuán enemigo,
    cuán contrario, cuán cruel
    se le mostró;
    habiéndole sido amigo,
    ¡cuán poco duro con él
    lo que le dio!

    XIX
    Las dádivas desmedidas,
    los edificios reales
    llenos de oro,
    las vajillas tan fabridas,
    los enriques y reales
    del tesoro;
    los jaeces, los caballos
    de sus gentes y atavíos
    tan sobrados,
    ¿dónde iremos a buscallos?
    ¿qué fueron sino rocíos
    de los prados?
    —125→

    XX
    Pues su hermano el inocente,
    que en su vida sucesor
    le hicieron,12
    ¡qué corte tan excelente
    tuvo y cuánto gran señor
    le siguieron!
    Mas, como fuese mortal,
    metiole la Muerte luego
    en su fragua.
    ¡Oh, juicio divinal,
    cuando más ardía el fuego,
    echaste agua!

    XXI
    Pues aquel gran Condestable,
    maestre que conocimos
    tan privado,
    no cumple que de él se habla,
    mas sólo cómo lo vimos
    degollado.
    Sus infinitos tesoros,
    sus villas y sus lugares,
    su mandar,
    ¿qué le fueron sino lloros?
    ¿Qué fueron sino pesares
    al dejar?
    —126→

    XXII
    Y los otros dos hermanos,
    maestres tan prosperados
    como reyes,
    que a los grandes y medianos
    trajeron tan sojuzgados
    a sus leyes;
    aquella prosperidad
    que en tan alto fue subida
    y ensalzada,
    ¿qué fue sino claridad
    que cuando más encendida
    fue matada?

    XXIII
    Tantos duques excelentes,
    tantos marqueses y condes
    y varones
    como vimos tan potentes,
    di, Muerte, ¿do los escondes
    y traspones?
    Y las sus claras hazañas
    que hicieron en las guerras
    y en las paces,
    cuando tú, cruda, te ensañas,
    con tu fuerza las aterras
    y deshaces.
    —127→

    XXIV
    Las huestes innumerables,
    los pendones, estandartes
    y banderas,
    los castillos impugnables,
    los muros y baluartes
    y barreras,
    la cava honda, chapada,
    o cualquier otro reparo,
    ¿qué aprovecha?
    Cuando tú vienes airada,
    todo lo pasas de claro
    con tu flecha.

    XXV
    Aquel de buenos abrigo,
    amado por virtuoso
    de la gente,
    el maestre Don Rodrigo
    Manrique, tanto famoso
    y tan valiente;
    sus hechos grandes y claros
    no cumple que los alabe,
    pues los vieron,
    ni los quiero hacer caros
    pues que el mundo todo sabe
    cuáles fueron.
    —128→

    XXVI
    Amigos de sus amigos,
    ¡qué señor para criados
    y parientes!
    ¡Qué enemigo de enemigos!
    ¡Qué maestro de esforzados
    y valientes!
    ¡Que seso para discretos!
    ¡Qué gracia para donosos!
    ¡Qué razón!
    ¡Qué benigno a los sujetos!
    ¡A los bravos y dañosos,
    qué león!

    XXVII
    En ventura Octaviano;
    Julio César en vencer
    y batallar;
    en la virtud, Africano;
    Aníbal en el saber
    y trabajar;
    en la bondad, un Trajano;
    Tito en liberalidad
    con alegría,
    en su brazo, Aureliano;
    Marco Atilio en la verdad
    que prometía.
    —129→

    XXVIII
    Antonio Pío en clemencia;
    Marco Aurelio en igualdad
    del semblante;
    Adriano en elocuencia,
    Teodosio en humanidad
    y buen talante;
    Aurelio Alejandro fue
    en disciplina y rigor
    de la guerra;
    un Constantino en la fe,
    Camilo en el gran amor
    de su tierra.

    XXIX
    No dejó grandes tesoros,
    ni alcanzó muchas riquezas
    ni vajillas;
    mas hizo guerra a los moros,
    ganando sus fortalezas
    y sus villas;
    y en las lides que venció,
    cuántos moros y caballos
    se perdieron;
    y en este oficio ganó
    las rentas y los vasallos
    que le dieron.
    —130→

    XXX
    Pues por su honra y estado,
    en otros tiempos pasados,
    ¿cómo se hubo?
    Quedando desamparado,
    con hermanos y criados
    se sostuvo.
    Después que hechos famosos
    hizo en esta misma guerra
    que hacía,
    hizo tratos tan honrosos
    que le dieron aun más tierra
    que tenía.

    XXXI
    Estas sus viejas historias
    que con su brazo pintó
    en juventud,
    con otras nuevas victorias
    ahora las renovó
    en senectud.
    Por su grande habilidad,
    por méritos y ancianía
    bien gastada,
    alcanzó la dignidad
    —131→
    de la gran Caballería
    de la Espada.

    XXXII
    Y sus villas y sus tierras
    ocupadas de tiranos
    las halló;
    mas por cercos y por guerras
    y por fuerza de sus manos
    las cobró.
    Pues nuestro rey natural,
    si de las obras que obró
    fue servido,
    dígalo el de Portugal
    y en Castilla quien siguió
    su partido.

    XXXIII
    Después de puesta la vida
    tantas veces por su ley
    al tablero;
    después de tan bien servida
    la corona de su rey
    verdadero;
    después de tanta hazaña
    a que no puede bastar
    cuenta cierta,
    —132→
    en la su villa de Ocaña
    vino la Muerte a llamar
    a su puerta

    XXXIV
    diciendo: -«Buen caballero
    dejad el mundo engañoso
    y su halago;
    vuestro corazón de acero
    muestre su esfuerzo famoso
    en este trago;
    y pues de vida y salud
    hicisteis tan poca cuenta
    por la fama,
    esfuércese la virtud
    para sufrir esta afrenta
    que os llama.

    XXXV
    «No se os haga tan amarga
    la batalla temerosa
    que esperáis,
    pues otra vida más larga
    de la fama gloriosa
    acá dejáis,
    (aunque esta vida de honor
    tampoco no es eternal
    —133→
    ni verdadera);
    mas, con todo, es muy mejor
    que la otra temporal
    perecedera.

    XXXVI
    «El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida delectable
    donde moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros.

    XXXVII
    «Y pues vos, claro varón,
    tanta sangre derramasteis
    de paganos,
    esperad el galardón
    que en este mundo ganasteis
    por las manos;
    y con esta confianza,
    —134→
    y con la fe tan entera
    que tenéis,
    partid con buena esperanza,
    que esta otra vida tercera
    ganaréis.»

    XXXVIII

    [responde el Maestre]

    -«No tengamos tiempo ya
    en esta vida mezquina
    por tal modo,
    que mi voluntad está
    conforme con la divina
    para todo;
    y consiento en mi morir
    con voluntad placentera,
    clara y pura,
    que querer hombre vivir
    cuando Dios quiere que muera,
    es locura.

    XXXIX

    [Oración]

    Tú, que, por nuestra maldad,
    tomaste forma servil
    —135→
    y bajo nombre;
    tú, que a tu divinidad
    juntaste cosa tan vil
    como es el hombre;
    tú, que tan grandes tormentos
    sufriste sin resistencia
    en tu persona,
    no por mis merecimientos,
    mas por tu sola clemencia
    me perdona.»

    XL

    Fin

    Así, con tal entender,
    todos sentidos humanos
    conservados,
    cercado de su mujer
    y de sus hijos y hermanos
    y criados,
    dio el alma a quien se la dio
    (el cual la dio en el cielo13
    en su gloria),
    que aunque la vida perdió,
    dejonos harto consuelo
    su memoria.

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  3. Máximo Disaster dijo:

    ¡Qué bonito, Luna! Aunque tengo el día ñoño y me da penita el ogro comeniños reumático. El mes de diciembre es muy complicado para mí y apenas encuentro tiempo para nada. Pero que sepas que, aunque no tengas noticias mías (no siempre encuentro un momento para poner un comentario), no me pierdo ninguno de tus relatos. Un besito, guapetona.

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  4. palmeiralibre dijo:

    Precioso, Luna. Y real como la vida. Recuerdo un caso parecido en mi pueblo, cuando era niña: aunque parezca extraño, se trataba de una mujer. Como te colgasen el sambenito…
    No conocía esa costumbre del día de santa Águeda. Debe de resultar muy simpática y pintoresca, a pesar de su origen.
    Tú no eres ñoña, Luna. Tienes sentimientos, que no es lo mismo.
    Un abrazo

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    • lunapaniagua dijo:

      No parece extraño, «brujas» siempre ha habido…
      Creo que el origen de la tradición se perdió hace mucho. Mi padre, que ahora tiene 77 años, salía de joven, pero me da que lo que buscaban entonces era ya pasarlo bien y pegarse una buena merienda-cena.
      Esta es una costumbre muy arraigada en el País Vasco, Al igual que muchas otras en muchos sitios se cree que era un rito pagano que sucumbió al cristianismo. Lo que hacían era cantar mientras golpeaban el suelo con palos, para pedir a la madre tierra que despertara y trajera la primavera.
      Muchas gracias 🙂 Un besote.

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  5. palmeiralibre dijo:

    Pues habrá que salir a la calle a golpear con un bastón el suelo, a ver si la madre tierra trae un poco de lluvia a Madrid. En contra de todo pronóstico, me levanto cada día con la vana ilusión de ver la calle mojada; pero dura tanto la sequía que estoy perdiendo toda esperanza de sentir el olor que despide la tierra reseca cuando caen unas gotas.
    Parece como si la atmósfera estuviese haciendo eco de lo que ocurre en esta sociedad desequilibrada. En fin… Un abrazo..

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