La cueva del Dragón

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LA CUEVA DEL DRAGÓN

—Recuérdame por qué he venido contigo… —Ángel apenas podía seguir el ritmo de su hermana.

—Porque eres mi hermano mayor y tienes la errónea idea de que no sé cuidar de mí misma y debes hacerlo tú.

—Sara, entrar en una cueva que lleva más de ochenta años cerrada y de la que nadie en el pueblo quiere contar nada no parece un acto de responsabilidad.

—No es que no quieran, es que no saben. —La joven encendió la linterna frontal y Ángel la imitó. En breve se adentrarían lo suficiente como para que no entrara luz del exterior—. No queda nadie vivo de cuando la cerraron.

—¿Cómo que no? ¿Y el abuelo?

—Me refiero a  nadie que fuera adulto.

—El abuelo era un niño, pero no era tonto. Y oí lo que te contó el otro día.

—¿Que hay arenas movedizas dentro? Soy geóloga, ¿recuerdas? Y te digo que eso no puede ocurrir. Es lo primero que se le ocurrió para meterme miedo. Me sobreprotege sin necesidad. ¡Igual que tú!

—Sara, por favor. ¿Y papá? Mamá dice que entró en esta cueva y no volvió.

—Y porque dice ese tipo de cosas está en un manicomio. Está loca, por si se te ha olvidado.

—No está loca. Está enferma.

—¿Quieres crecer ya? —Paró de golpe y se giró para mirar a su hermano, aunque no se veían las caras, cegados ambos con la luz del otro—. Papá la dejaría por una más joven, no aguantó los celos y se le fue la cabeza. ¡Asúmelo de una vez! Se fue porque no la quería. Ni a ella ni a nosotros. —Continuó andando—. Voy a investigar la Cueva del Dragón sí o sí. Si no quieres, no vengas.

Ángel apenas se quedó quieto un segundo. Las palabras de su hermana le habían hecho daño, pero no podía dejarla sola.

—No se llama la Cueva del Dragón, sino la Cueva del Oso.

—Para mí siempre ha sido la Cueva del Dragón —replicó Sara, cortante.

—Lo sé. Por ese sonido de corrimiento de tierras que se oye de vez en cuando. Recuerdo que de niña decías que era un dragón rugiendo. Hay que ver qué tontita eras —dijo Ángel en un tono jocoso que no sentía, para intentar calmarla.

—No es un corrimiento de tierras. Es otra cosa —contestó, sin seguirle la broma.

—¿El qué?

—No lo sé, pero lo voy a averiguar. Y haré un increíble informe, por el que espero que me hagan fija.

Ángel se maldecía mentalmente. En lugar de convencer a su hermana para salir de allí, tal y como debía hacer, la había enfadado y parecía aún más decidida. Pero tenía que seguir intentándolo.

—¿No tienes miedo de que ocurra mientras estamos dentro y sea peligroso?

—No, suena cada onces meses aproximadamente. Y la última vez se escuchó hace dos semanas.

—Vaya, qué estudiado lo tienes. No me habías contado nada.

—Porque cada vez que lo pretendo me dices que lo olvide.

—Es que es lo que creo que tienes que hacer: olvidarlo.

—No empieces otra… —Sara se detuvo y Ángel chocó contra ella.

—¿Qué…?

—Mira eso. ¿Qué demonios es?

Ángel siguió con la vista la dirección que marcaba el índice de su hermana. Se le cortó la respiración al ver un objeto ovalado y rosa, que calculó le llegaría por la cintura.

—No sé —susurró apenas.

Sara se acercó y estiró el brazo. Retiró la mano con rapidez antes de llegar a tocar aquella cosa.

—¡Está caliente! Ángel, ¿estás pensando lo mismo que yo?

—Si es que deberíamos salir de aquí cuanto antes, sí.

—No. ¿Y si…? ¿Y si es un huevo de dragón?

—¡¿Estás loca?! —Ángel alzó la voz más de lo que pretendía—. ¡Vámonos! ¡Ya!

—Piénsalo. Un huevo enorme y caliente. Y ese ruido. Es el de la dragona cuando lo pone. Once meses cuadra con el ciclo reproductivo de un animal de gran tam…

Un fuerte sonido la interrumpió. El mismo que se escuchaba desde fuera, pero no había duda de que venía de dentro. Sara vio que Ángel movía los labios pero no podía oír lo que decía. Miró hacia el interior de la cueva, debía saber qué causaba ese ruido. Dio un paso hacia delante, pero algo le tiró del brazo y la detuvo. Escuchó una voz en su oído: «Fuera de aquí». Era el abuelo. No sabía cuándo había llegado hasta ellos. El tono serio e imperativo, tan extraño en él, hizo que se diera la vuelta sin rechistar y corriera hacia la salida. Su hermano le llevaba unos metros de ventaja.

Se detuvo al llegar a la entrada. Ángel intentaba recuperar el aliento, sentado en el suelo y apoyado contra la pared de roca. El abuelo no salía. De repente, el ruido cesó y, cuando ya estaba decidida a entrar a buscarlo, apareció.

No parecía él. Tenía la sensación de que era más alto y más ancho. Sus siempre sonrientes labios eran una línea recta y apretada; le habían desaparecido la mayoría de las arrugas de la cara. Los ojos eran más redondos y oscuros.

—Esperaba más de ti. Solo te pedí una cosa. —Escuchó que le decía a su hermano.

Sara quiso preguntar a qué venía eso. El abuelo la miró y ella cerró la boca y bajó la vista al suelo.

—Y a ti, ¿cuántas veces te he dicho que no se puede entrar en esta cueva? —Al no recibir respuesta, repitió, aún más firme: —¿Cuántas?

—Muchas —murmuró Sara.

—¿Y ves por qué? Si no llega a ser por mí no salís. El techo comenzaba a derrumbarse.

—¡No! No se movía el techo. —Sara levantó la vista y comenzó a hablar sin pausa—. Algo hacía ese ruido y apenas se notaba una vibración. ¡Y encontramos un huevo de dragón!

—¡Por favor, Sara! —La expresión del abuelo no cambió. A Sara le costaba mantenerle la mirada. —No digas tonterías.

—¡No es una tontería! ¡Ángel lo vio! —Señaló a su hermano.

—¿Ángel? ¿Es eso cierto? —El chico negó con la  cabeza— ¿Había algo que pudiera ser un huevo de dragón? —Repitió el gesto—. —¿Se desprendían rocas del techo? —Ahora movió la cabeza de arriba abajo.

—¡No es verdad! ¿Por qué mientes? —Las mejillas de Sara se habían coloreado de rojo y los ojos se le comenzaban a humedecer—Cuéntaselo. ¡Tú lo…

—Ya basta. —La calló el abuelo—. Escúchame muy bien, no quiero que vayas contando esas invenciones por ahí. A ver si van a pensar que has heredado la enfermedad de tu madre. Encerrar a mi hija en ese centro es lo más duro que he hecho en mi vida, y me mataría tener que hacerlo también con mi nieta. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, abuelo. —Sara había agachado la cabeza de nuevo. No quería que la vieran llorar.

—Está bien. Y no vuelvas a hacerlo. No entres nunca más a la cueva. ¿Está claro? —El abuelo no gritaba, pero el autoritarismo de su voz asustaba a Sara, quien afirmó con la cabeza—. Bien, vamos a olvidar lo que ha ocurrido hoy. Da media vuelta y vuelve a casa.

Sara le hizo caso. Comenzó a andar, cuando una frase murmurada le produjo un escalofrío a lo largo de la columna vertebral:

—No quiero que te ocurra lo que a tu padre.

Se giró de golpe.

—¿Qué has dicho, abuelo?

Le sorprendió ver que volvía a ser el de siempre: sonreía y regresaron sus arrugas y el brillo de sus ojos, de nuevo achinados.

—Que no veo la hora de que escampe. Parece mentira que ya estemos en primavera. Ale, continúa, a ver si nos va a pillar la tormenta aquí arriba.

Sara levantó la vista al cielo, cubierto de nubes oscuras. Una vez más obedeció y retomó el camino que llevaba al pueblo. No se atrevería a contar nada, lo tenía claro, pero lo de olvidar… eso iba a ser imposible.

Relato para el taller de Literautas de mayo.

Requisitos: que tenga lugar dentro de la cueva del dragón (signifique lo que signifique esto para vosotros).

Reto opcional: que uses esta cueva del dragón como único escenario para el relato.

28 comentarios en “La cueva del Dragón

  1. whatgoesaround dijo:

    Es bastante largo, me ha sorprendido, porque no es lo habitual en ti. Conspiración de silencio. Lo único que se me ocurre es que el abuelo esté liado con la dragona. O confabulado, como mínimo. Esa transformación del abuelo… se me escapa el sentido, a no ser que la cueva ejerza algún tipo de poder. Y lo del padre… La verdad es que he escrito el comentario sin pararme a reflexionar. Esperaré alguna luz. Y no de las lámparas frontales…

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  2. whatgoesaround dijo:

    La transformación del abuelo… y juega a despistar, a encubrir, a correr un tupido velo. Y da a entender que sabe que el padre desapareció ahí dentro. El abuelo… ¿no será el dragón? Ahora hablo en serio. Posible explicación. Espero que mi comentario no sea un spoiler para nadie.

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      • whatgoesaround dijo:

        Desde luego, las tres cosas son innegables: relato abierto, interpretación libre de cada cual y que merece una segunda parte..
        Puede ser la imaginación de Sara, sí, y además la referencia al padre pone de por medio a la madre («Mamá dice que entró en esta cueva y no volvió»), según la conversación de los dos al principio del relato. Y después el abuelo le dice a Sara: «No quiero que te ocurra lo que a tu padre», lo cual hace que ella se gire. Le impacta, así que no parece un detalle menor. Pero sí que en cierto sentido da a entender que sabe algo o corrobora el funesto fin del padre.
        Fue la transformación del abuelo lo que después me dio que pensar todo eso, que digas que se veía más ancho, más alto, la mirada, que juegue a dar pistas falsas (las arenas movedizas), etc, etc, así que pensé que nos estabas lanzando pistas muy sutiles o miguitas de pan. En fin, quizá nada de esto pasó siquiera por tu mente, no sé.
        También te diré que lo del objeto grande, ovalado, rosado y caliente me hizo pensar en un ovni o una nave alienígena. Por cierto que según las teorías de muchos amantes de estos temas, una clase de alienígenas se llaman y tienen aspecto reptiliano… la cosa cuadra por ese lado.
        En fin, que quedan muchos misterios, preguntas e interpretaciones ahí abiertas, eso está bien.

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      • palmeiralibre dijo:

        A pesar de que no debo abusar del ordenador (por lo menos hasta que me gradúe debidamente la vista), no he podido resistirme a la tentación de leer tu misterioso cuento de terror. Por muy abierto que dejes el final, se nota que lo de mi vista afecta también a mi de por sí escasa capacidad deductiva; puesto que no se me ocurre nada. Lo que puedo asegurar es que el abuelo me produce un enorme repelús. Pero…, fíate y no corras.
        Pese a mi falta de razonamiento lógico para llegar a un final aceptable, me parece un cuento molonudo.
        Besos.

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        • lunapaniagua dijo:

          Más que deductiva es capacidad imaginativa, no adivinar lo que es sino imaginarte lo que quieras. Así que si en tu cuento el abuelo te da repelús… será que no es trigo limpio. A ver si algún día me pongo y relleno las lagunas según yo lo vea (que no te creas, tampoco lo tengo claro).
          Muchas gracias, espero que no te haya pasado factura lo de la vista… Besazos

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  3. magdapalmeira dijo:

    A ver… yo creo que el que está en la cueva es el padre. No puedo imaginarme de qué manera pero, ese bulto caliente no es un huevo, es alguien atado dentro de un envoltorio rosado. La madre está en un manicomio porque sabe donde está su marido, y el abuelo es el que lo alimenta y castiga de esa manera tan cruel.
    Es otra de las alternativas, ¿no?.
    Besiños palmeiráns, mente prodigiosa.

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  4. Raúl dijo:

    He leído el texto con mucho interés, le has dado buen ritmo y misterio, y luego los comentarios, algunos buenísimos, que tal vez te inspiren para continuar con el relato, ¿no? Aquí tienes a una nueva heroína, como una Daenerys Targaryen a la española, jajaja. Saludos.

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