HASTA EL INFINITO
—Deberías ver las rozaduras de mis talones, los tengo en carne viva. Eso sí, ha merecido la pena: una ascensión dura, pero ¡qué vistas desde arriba! El Aneto es el monte más alto de Pirineos, ni más ni menos. Y los he subido más altos, hija, antes de que tú nacieras. Yo subí al Everest, ¿sabías eso, Mariana?
—Eres un campeón —respondió Carla, mientras miraba a los ojos velados de su abuelo y le apretaba la mano. Él sonrió y perdió la mirada en el horizonte, más allá de la verja del geriátrico.
¡Hasta el infinito y mas allá! como creo que decía Buzz Lightyear en Toy Story. Un ejemplo de cuando las cosas se ven con la perspectiva de los años y la emoción de haberlas vivido, o casi. Muy bueno Luna, un abrazo.
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Y ojalá todos tengamos quien nos escuche y nos dé la mano, aunque no lo reconozcamos.
Muchas gracias 🙂 Otro abrazo
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☺☺
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Interesante 🙂
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La mirada perdida entre los vericuetos de la memoria es una triste consecuencia de la longevidad. Quizás les duela más a aquellos que lo miran desde fuera. Un besazo.
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Eso creo, o quiero creer…
Un besote
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La vida de por sí ya es un ochomil.
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Con sus subebajas…
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Dicen que no se debe ir solo a la alta montaña, pero tampoco conviene estar solo en el geriátrico. Bien por Carla. Abrazos.
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Supongo que habrás leído eso de: «¿Para qué sigues yendo (o haciendo lo que sea) si no sabe quién eres?». «Porque yo sí recuerdo quién es él / ella». Es muy triste, pero también bonito y tierno. Es amor de verdad.
Un abrazo
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¡Ay, Luna! ¡Excelente el micro! Es un tema que me asusta y preocupa. Una realidad que duele.
¡Un fuerte abrazo!
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Muchas gracias, el paso del tiempo a veces es muy cruel. Como decía Carlos, a
saber quién lo pasa peor, el que lo sufre o el que lo ve…
Abrazos
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Te aseguro querida Luna, que lo pasa peor, el que está al lado del que lo sufre, que el propio enfermo. Te lo digo por experiencia propia. El que está con esos campeones, tiene que tratar de ayudarles en esa escalada al Aneto imaginario. Así de esa manera, es el cuidador, con mucha paciencia, el que llega a escalar ese ocho mil que debe su nombre al topógrafo británico,
Besiños palmeiráns, princesa.
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Lamentablemente yo también tengo experiencia, aunque no soy la persona que lleva la mayor carga. Es duro y triste, qué pena, aunque a la vez demuestra un amor incondicional, que quería reflejar con la reacción de la nieta y con el título.
Muchas gracias, besazos.
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Ains, qué emotivo 😥 Bonito y triste a la vez… Un besote, Luna
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Así es, el esfuerzo emocional que hay en estos casos es tremendo. Muchas gracias, Lídia.
Otro besote de vuelta 🙂
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Cómo sabes, Luna…
y elegir las palabras que nos rozan la piel
🙌😊😙
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Ay, es que de esto tú sabes «un poquito»… Gracias 😉
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Triste pero muy tierno. Al menos se sentía feliz.
(Me he reído con tu comentario en el blog de Raúl, sobre todo con lo de la úlcera. Yo también marujeo, por cierto :))
Besos!!
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Gracias 🙂 Y el marujeo no es lo único que tenemos en común, porque mi nombre en realidad es Uxue, que tiene mucho que ver con paloma 😉
Un abrazo
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Es muy bonito Uxue, suena muy bien. No sabía que significaba paloma.
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Paloma se dice usoa, pero vienen de lo mismo 🙂
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¡Qué buen microrrelato, Luna!
Un cosquilleo me ha recorrido la espina dorsal.
Abrazo.
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Lo real siempre aporta un extra de emoción…
¡Muchas gracias! Otro abrazo 🙂
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