EL ABUELO ME TIENE MANÍA
—No vas a tocarla en tu vida, rapaz.
Esa es la respuesta que recibí de mi abuelo la primera vez que le pedí su bicicleta. Ocho palabras que desencadenaron las lágrimas del niño de cuatro años que yo era entonces.
—¡Padre! No le diga eso al niño. Mire qué disgusto le ha dado. —Mi madre me acarició la cabeza y yo me agarré a su pierna más fuerte de lo que nunca, años después, me agarraría a ninguna farola de vuelta a casa tras salir de fiesta. —Déjele, solo es una bicicleta.
—No es solo una bicicleta. —El abuelo achinó los ojos y movió el dedo índice de la mano derecha delante de la cara de mi madre—. Es mi compañera, juntos somos una máquina perfecta. No quiero que ningún mocoso la estropee.
—No hace falta que seas tan desagradable. Podrías decirle que cuando sea más mayor y cuidadoso se la dejarás.
—Está bien, qué mujer. Eh, rapaz. —Me miró sin agacharse y cuando mis anegados ojos establecieron contacto con los suyos, dijo: —No vas a tocarla en mi vida. Cuando me muera, será tuya.
Mi llanto se detuvo al instante y sonreí. No me di cuenta de que los mocos que se me escapaban de la nariz comenzaban a deslizarse por el labio superior. Solté la pierna de mi madre y pregunté:
—¿Y cuándo te vas a muerar, abuelo?
Miró hacia arriba y movió la cabeza de un lado a otro, y un momento después se encogió de hombros y enseñó las palmas de las manos ante la mirada afilada de mi madre. Se marchó y entonces ella me explicó que no era muerar, sino morir. Que cuando el abuelo fuera mucho, pero que mucho más mayor, iría al cielo y no volvería nunca más. Y que como aún faltaba mucho para eso y antes no me iba a dejar su bicicleta, podía pedirles una a los Reyes Magos y portarme muy bien para que me la trajeran.
Había dos cosas del relato de mi madre que no me acababan de convencer. Una, que mi abuelo pudiera ser mucho más mayor aún, ¡si ya era muy viejo! —mi percepción de la vejez ha variado desde entonces—. Dos, que si el abuelo se iba al cielo, dejara aquí su bicicleta. Seguro que se la llevaría. Me preguntaba si en sus paseos por el cielo pasaría sobre las nubes o a través de ellas —mi percepción de la muerte también ha cambiado—.
La verdad es que siempre pensé que el abuelo me tenía manía, no solo por lo de la bicicleta. Para empezar, a ningún otro nieto llamaba rapaz. Los demás eran rapaciñas o rapaciños. Si a mis primos les daba diez pesetas, a mí un duro. Era el único al que no subía en sus rodillas y le hacía el borriquito. Una vez, por un momento, me sentí especial. Tenía siete años y me dijo que bebiera de su vaso. Pero cuando ese líquido me escoció en los labios y lo sentí quemarme mientras se adentraba en mi cuerpo y bajaba hasta el estómago, me convencí de que yo no le gustaba. Mi madre me decía que sí me quería, pero al no tener yo padre, se comportaba como si lo fuera porque pensaba que necesitábamos un hombre en casa. «Necesitar un hombre», repetía siempre, y echaba fuerte el aire por la boca.
Aun y todo, nunca cesé en mi empeño de agradarle. Cada domingo entraba por la puerta de su casa con un dibujo, que él dejaba sin apenas haberlo mirado en la mesa de la cocina. Después del «Podrías hacerle aprecio, que te lo ha hecho con toda su ilusión» de rigor de mi madre, el abuelo salía con el culote y el maillot verde en su bicicleta a dar una vuelta, mientras mi madre preparaba la comida para toda la familia y yo le pintaba unos cuantos dibujos más. En cuanto volvía, le daba un abrazo no correspondido y le preguntaba si me dejaba su bicicleta. Solo subirme. «Cuando me muera», era su única contestación.
Hace cuatro días sucedió. Nos dejó. Apenas hacía un mes que había enfermado, sin embargo, él ya sabía que no había vuelta atrás. Mi madre lo acompañaba día y noche, y me contó que había subido la bicicleta al camarote y al bajar le dijo:
—Ya falta poco. He dejado la bicicleta preparada para el rapaz.
Cuando me lo contó cerré los ojos y aspiré fuerte por la nariz. Aquello me decía que mi abuelo sí me quería. Que era verdad eso de que era duro conmigo porque pensaba que era la manera de educar a un hijo. Me quería como a un hijo. Detrás de su mirada pétrea y sus ásperos modales había un corazón que intentaba acompasar mi latido al suyo.
Y hoy es el día y este es el momento. Meto la llave que hace un rato me ha dado mi madre en la cerradura de la puerta del camarote. La giro y tiro. Me siento estúpido y empujo. Ahí, frente a mí, está la bicicleta del abuelo. Apoyada contra la pared en perfecta verticalidad, con un aire de dignidad que yo no he poseído jamás. Me acerco, la acaricio con premura: el manillar, el cuadro, el sillín. Como si pudiera deshacerse entre mis manos la muevo, paso una pierna al otro lado, agarro sin apretar los manillares y, con el pulso más acelerado que si estuviera subiendo el Tourmalet, me siento sobre el sillín.
Estoy en el suelo. Miro las piezas desperdigadas de la bicicleta. Me duelen varias zonas del cuerpo. Pero el mayor dolor que siento no es físico; no ha sido mi peso ni la antigüedad de la bicicleta lo que ha provocado que se desmontara. «He dejado la bicicleta preparada para el rapaz» resuena en mi cabeza. Una cascada de lágrimas sala mis enérgicas carcajadas. Sin duda, el abuelo me tenía manía.
Con este relato participo en el concurso de Zenda #historiasdebicis.
Genial texto! me hiciste acordar a una situación parecida con mi abuelo y su promesa “cuando seas grande recién te voy a prestar mi tren eléctrico” Él era grande pero tenía una manía infantil con sus trenes!
Me gustaLe gusta a 2 personas
¿Y finalmente te lo dejó? Les decimos a los niños que tienen que compartir, pero los adultos somos peores con nuestros juguetes 😅
¡Muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Ni por casualidad!!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Oh, ja, ja 😁
Me gustaMe gusta
Me ha encantado.
Desmonta el tópico del abuelito encantador. Hay abuelos así. Y padres así. Pobre rapaziño!!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Los del «así se hará duro». Bien les vendría un abrazo a esos. ¡Muchas gracias! Un besote
Me gustaLe gusta a 1 persona
Que mala leche tenía el abuelo, y lo peor es que no se la llevó con él la dejo aquí, para que el chico la disfrutara. Jajaja. Hay que joderse con el yayo. 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
No tenía muy buen carácter, no con el rapaz por lo menos… ¡Gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bueno, no fue tan malo; sólo tenía que aprender a fijar cada pieza en su sitio je jeje.
Me ha encantado y como esperaba un final imprevisto no me ha defraudado en absoluto.Besos guapa
Me gustaLe gusta a 2 personas
Yo creo que se le quitaron las ganas de bici… ¡Muchas gracias! Besitos 😉
Me gustaMe gusta
Ciertamente el abuelo quería que se acordará de él hasta después de muerto. Lo de la bici, en vida, se lo paso pero que solo le diera un duro, menudo cascarrabias. Las cosas que se aprenden de niño se desarrollan de mayor, una infancia de discriminación más que fortalecer el carácter lo puede amargar.
Yo, cogería la bicicleta despiezada y la echaría a una hoguera bien grande para que le llegará al abuelo por servio exprés al infierno y se sintiera como en casa 😛
Me gustaLe gusta a 3 personas
Estoy muy de acuerdo con lo que dices, pienso que el que un niño se sienta querido le hace ganar seguridad en su mismo y eso sí que ayuda a desarrollar una personalidad fuerte.
Para mí que se está riendo sentado en una nube. O no.
¡Gracias! 😊
Me gustaLe gusta a 2 personas
Lo describiste tan bien que no me quedó duda, da conmigo y la bicicleta se la lleva puesta 😀 😀
Saludos Luna 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ay, el rapaz no tenía tu carácter, je, je.
Saludos 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Salió corderito y no cabrito el rapaciño 😀
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me encantó el relato, si hasta lloré. Pero qué rabia me quedó con el abuelo 😣.
Ha sido un placer llegar a tu blog, me lo encontré por casualidad.
Saludos.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Pues me encanta esa casualidad, ¡bienvenida! Aunque hacerte llorar no parece una buena manera de empezar…
¡Muchas gracias! 😊
Me gustaLe gusta a 2 personas
Es un relato sorprendente Luna y tan bien redactado que he podido acompañar al rapaz en su sufrimiento. Presuponemos que vamos a recibir cariño de nuestros familiares y en ocasiones sólo percibimos desprecio y egoísmo por su parte. Por la nuestra siempre queda la posibilidad de convertir la herencia en pasta gansa y adquirir una Honda. Un besazo.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Muchas gracias, Carlos. Es lo malo de la familia, que toca lo que toca…
Tu idea es buena 😁
Un besote
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me ha encantado, con un final sorprendente que casi lo esperaba. Mucha suerte Luna en la participación. Y gracias por compartirla.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias a ti por la visita y el comentario 😊
Un abrazo
Me gustaMe gusta
¡Estupendo relato, Luna, y qué abuelo más abominable! Y esos recuerdos de infancia lo acompañarán a lo largo de su vida… ¡Una gran carga emocional para un niño!
¡Felicitaciones, Luna, y mucha suerte en el concurso!
😘😘😘😘😘
Me gustaLe gusta a 2 personas
Pienso que hay que tener poco sentimiento para rechazar a quien te admira, y si es un niño ni te cuento…
Muchas gracias, Saricarmen.
¡Un abrazo! 😙
Me gustaLe gusta a 2 personas
Si en el microrrelato eres muy buena, afirmo que este cuento me ha encantado: el contenido y la forma de expresarlo.
Lo triste es que existen abuelos de esa catadura moral. Tengo referencias de un abuelo parecido al de tu relato, pero sin bicicleta. En este caso, la actitud discriminatoria la ejercía entre dos primos de la misma edad -sus nietos- cuando cada domingo, por tradición e imposición, se veían obligados a comer en casa del abuelo. Para el nieto despechado era un verdadero suplicio la comida familiar. Siendo un niño brillante en su expediente académico y muy respetuoso, el abuelo, con su agravio comparativo, le hacía sentirse poquita cosa. Tal vez en su comportamiento influyesen reminiscencias hitlerianas, puesto que el nieto físicamente era muy menudito y el otro, no. Quién sabe…
Un abrazo enorme.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Podría ser porque en esto de discriminar siempre encontramos motivo. Creo que las niñas lo sabemos…
Muchas gracias por tus halagos 😊 Me gusta concentrar palabras pero también dejarme llevar por la historia… aunque tuve que recortar un poco, el límite era mil.
Besazos
Me gustaLe gusta a 2 personas
Me encanta. Por tu culpa voy a llegar tarde a trabajar. Pero ha merecido la pena. Buen día 😘
Me gustaLe gusta a 2 personas
Ay, que soy una mala influencia. ¡Muchas, muchas, muchas gracias!
¡Buen día a ti también y un abrazo!
Me gustaLe gusta a 2 personas
De mala influencia nada. A ver si se me pega algo de tu ingenio 😉
Me gustaLe gusta a 2 personas
Oh, gracias 😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si fuera envidiosa ya tendrías un maleficio y te saldría mal pintar con acuarelas 😉😘😘😘😘😘❤️
Me gustaLe gusta a 1 persona
🤤🤤🤤🤤
Me gustaLe gusta a 1 persona
Estoy en la sala de espera del consultorio (esperando a la enfermera para la revisión) Le resumo a Pablo el cuento del abuelo y la bicicleta, sonríe y se queda pensando. Un hombre con pinta de alemán que hay al lado nos dice :»Haz feliz a un niño y tendrás a un adulto esclavo»
Pablo toma la palabra, muy lento porque empieza a tener dificultades para expresarse: «Se la deja así para que se fije en qué consisten las piezas y aprenda a montarla…la bicicleta no consiste sólo en subirse y hala…Pero sí que le quería, lo que tiene es que a su de otra manera…»
Y yo te digo: ¡Qué pedazo de relato!
Me gustaLe gusta a 5 personas
”Haz feliz a un niño y tendrás a un adulto esclavo”, no puedo estar más en desacuerdo, y eso que no entiendo bien lo que quiere decir. No me voy a explayar porque no termino.
En cuanto a la versión de Pablo, pues podría ser que lo hiciera por eso, en mi mente lo hizo a mala leche, ja, ja. Es verdad eso de que hay diferentes maneras de querer, pero si hace daño, no es una buena manera.
Oye, me encanta que se lo hayas contado y que surja «debate». ¡Muchas gracias!
Espero que todo esté bien en la revisión.
Abrazote
Me gustaLe gusta a 2 personas
Todo dentro del caos habitual en la revisión. Definitivamente era un alemán el que dijo esa frase enigmática, porque a continuación se pusieron a hablar entre ellos sobre el tema. En medio del debate ha entrado «la alemana del bar trankilo» y me ha resumido: Están hablangdo sogbre los beneficios de la dissiplina ¿entiegdegs? Y que en Esgpagya dejáis a los infangtiles que hagan lo que quiegan ¿entiegndes?…»
¡La que se ha liado con tu cuento!
Me gustaLe gusta a 4 personas
Entiegdo, pero no lo compagto. No creo que la disciplina y demostrar amor sean incompatibles.
Ya la liado, sí 😁
Me gustaLe gusta a 2 personas
Jajaja, me parto. Eres genial.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Se lo has contado a Pablo… eres genial. Y la frase del alemán una absoluta estupidez.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Pablo es bueno por naturaleza y se nota en sus pensamientos, al alemán le diría que si los nazis hubieran hecho felices a todos los niños en lugar de exterminarlos por razas, hubieran tenido esclavos asegurados y nos hubiéramos evitado 37 millones de víctimas en Europa. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Toma ya. Esa respuesta sí que es buena, Carlos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Luna, pero esa barrabasada no merece medias tintas.
Si bien es verdad que parece que, en general, o los nenes están más consentidos y se comportan peor en público. O que, con la edad, se pierde paciencia para aguantarlos. Jajaja. Un besazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Le ha seguido dando vueltas a la historia, igual escribo una pequeña extensión a este cuento, a través de Pablo 😉 (*sinergias blogueras, unos nos animamos a otros en la cosa creativa)🙌🙌🙌
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Sí! Qué bien, me gustan esos hilos entre blogs y si salen del mío además me hacen ilusión 😊
Me gustaLe gusta a 1 persona
Este es otro reto, como el de whatgoesaround con «ornitorrinco»😉😀
Me gustaLe gusta a 1 persona
Será una alegría leerte.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Está exelente, me ha encantado desde el principio. Da deseos de seguir leyendo, además de imaginar al niño la carita que ponía cuando el abuelo le decía rapaz. ¡ Suerte !
Me gustaLe gusta a 2 personas
Pues a mí me encanta tu comentario 😊. ¡Muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Vaya con el abuelo! Quien bien te quiere te hará llorar … Un relato muy bonito, Luna. Abrazos.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Vaya carácter tenía, sí. ¡Muchas gracias! Un abrazo
Me gustaMe gusta
Gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues qué cabroncete el abuelo, hablando claro. Para mí es a mala leche. Coincido en esto con tus puntos de vista y tu sensibilidad: ni entiendo ni comparto esos planteamientos de «ser más duro con él para educarle», «hacerle de padre mostrando severidad y autoridad» y mil maneras de expresarlo, como «le quería a su manera». Seguramente le querría, pero no van conmigo esas formas. También coincido en lo que habéis dicho en los comentarios: esa dureza, discriminación o incluso desprecio a la hora de tratar o educar niños y niñas lo único que consigue es que esas personas crezcan con complejos, traumas, dolor, inseguridad, sensación de que no te quieren o te rechazan. Lo sé muy bien, mi padre era a su manera duro y distante conmigo, a veces, no siempre, y eso ha marcado mi personalidad para siempre. Y me quería, lo sé, pero como niño llegué a sentir un respeto por él que muchas veces era miedo, directamente. Y la palmó y se fue para siempre.
Y entiéndelo, ni padres ni abuelos me gastaron grandes putadas ni me pegaron grandes palizas, pero la dureza pasa factura. Ni me dejaron bicis de tal guisa.
Ciao, Luna.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Creo que has dado en el clavo con «sensación de que no te quieren o te rechazan», eso es lo que ocasiona problemas a corto y largo plazo, no que te mimen. Y ojo, que eso no quiere decir que se les de todo lo que quieran. Yo todos los días regaño a mis hijos, castigar menos pero también. Y todos los días los achucho bien achuchados (aunque no quieran, ja, ja).
Que un niño sea formal porque tiene miedo… da mucha pena, pienso que no es la manera de educarlo.
Este tema da para mucho, igual me animo y escribo una reflexión.
¡Gracias, What!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Muy buen relato y mucha suerte en ese concurso. Eché un vistazo a esa web de zenda. ¡Se presenta a este concurso una barbaridad de gente! 3000 eurazos, jeje…
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Muchas gracias otra vez 😁! Sí, es muy popular. Por cierto, Mayte Blasco quedó segunda en el de Navidad, con un micro tremendo.
Me gustaMe gusta
No me ha gustado ese abuelo, la verdad… Pero supongo que no todos los abuelos serán tan adorables como los que yo tuve (y como los que tiene ahora mi hijo). Un besote y mucha suerte en el concurso.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Yo no recuerdo a mis abuelos especialmente cariñosos y atentos, pero soy casi la última de más de 20 nietos, ya estarían hasta las narices, ja, ja.
Muchas gracias, Mayte. Un besote
Me gustaLe gusta a 3 personas
Juaaaa ese sí que es un abuelo con actitud, cínico en vida como en la muerte.
Un besote.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Con actitud borde, je, je. Unos mimos de pequeño le habrían venido bien.
Otro besote 😉
Me gustaLe gusta a 2 personas
Ya nos olíamos que el abuelo iba a ser cabrón vivo o muerto, pero nos sorprende que haya sido aún más cabrón de lo que esperábamos. Yo lo exhumaba y lo tiraba desde el Tourmalet, con su culot descosido para que se quedase con el culo al aire.
Suerte ha tenido de que no lo pille…
Me gustaLe gusta a 3 personas
Me temo que poco le iba a importar ya al abuelo lo que se hiciera con su cuerpo. Pero para alguien vivo sería un buen escarmiento, je, je… Que no es que yo sea capaz de hacer algo así, ¿eh?
Me gustaLe gusta a 3 personas
Claro, claro, tú lo dejas caer y después aquí nadie ha dicho nada. Pues nosotros no nos retractamos: si hay que hacer un pacto con el diablo para resucitar al viejo se hace, y a continuación se le vuelve a matar arreándole con las piezas de la bicicleta.
Se nos ha pegado la mala baba de Vistinu, qué le vamos a hacer…
Me gustaLe gusta a 3 personas
No hables de resucitar viejos, a ver si la liamos.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Para volver a matarlos enseguida y aquí no ha pasado nada, que conste. Sin daños colaterales ni cosas de esas, que como bien dices no estamos para liarla con eso.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Está claro que a la familia no se la elige. Siempre hablamos de los abuelos casi con reverencia, pero desde luego este tenía una buena dosis de mala leche y cinismo. Excelente texto. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Muchas gracias, Carlos, ¡hacía tiempo! Espero que hayas pasado buen veranito.
Otro abrazo 🙂
Me gustaLe gusta a 2 personas
El cuento es brutal. Simplemente, me ha encantado. Desde las cosas más sencillas se pueden construir grandes historias, como la tuya. Espero que tengas muchísima suerte en el concurso.
Me gustaLe gusta a 3 personas
¡Cuánto tiempo! ¡Muchísimas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Jaja! Buenísimo! Original y super bien narrado. Sin duda alguna te estás superando día a día.
Saluditos Luna! 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias! Qué subidón leer comentarios así 😊
¡Buen domingo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues que los subidones te sirvan para mantenerte en la altura. 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Apenas conocí a tres de mis abuelos. La cuarta fue, en realidad, quien ejerció de madre conmigo, era dura y distante pero me adoraba y, con los años, he comprendido todo lo que hizo por mí.
A ese abuelo tan h.p. le puedo comparar con mi padre, escribí un post, te dejo el enlace, no es ficción, es tan solo una parte de la realidad, https://estrf.wordpress.com/?s=venganza+mezquina. Ese abuelo no merece ni un recuerdo.
Me ha parecido un relato muy bueno, he sentido como se iba clavando el dolor en el corazón, como si fuera un puñal recordándome tantas cosas…
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Luego leo tu relato en el ordenador, desde el móvil no me funcionan lo enlaces.
Pues sí, hay quien no se merece nada, por mucho que sean familia.
Otro abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Interesante relato y también triste. No dejo de pensar en mis abuelos, con quienes viví cuando era pequeño. Ellos me dan siempre mucho amor. Volver a su casa es siempre como un diluvio de felicidad y nuevas energías. https://mirajovencuba.wordpress.com/?s=la+casa+de+mis+abuelos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Luego veo el enlace desde el ordenador, que el móvil no me deja.
¡Muchas gracias!
Me gustaMe gusta
Pues qué pena,
el Abuelo se la llevó y le dejó un duplicado de bici inservible.
Sin duda, no todos saben compartir.
Entrañable relato.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Capaz, con lo atragantado que tenía al pobre nieto…
¡Muchas gracias!
Me gustaMe gusta
Mi Luna, yo pienso que cuando alguien es egoísta no cambia, se lleva en los genes. Me encantó tu relato, muchísimas gracias. Besos a tu lindo corazón.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Yo también creo que es difícil cambiar, no todo, pero si tienes algo muy dentro… puedes disimularlo, pero no cambiarlo. No solo las características malas, también las buenas.
¡Muchas gracias a ti! Besotes
Me gustaMe gusta
Me ha encantado, rapaciña. Mucha suerte en el concurso (para ti y de paso también para mi 😉 )
Abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Para ti un poquito más, ¿no? 🤣
¡Muchas gracias y suerte! Ahora paso a leer el tuyo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Bueno, pero un poquito solo, ¿eh? 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Acabo de leerlo y desde luego la merecerías!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Qué preciosidad!! Me ha tocado, mi apodo para los del pueblo es mi Bicicleta; heredado de mi padre. Qué bueno leerlo, está jodido el pobre.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, me alegra que te haya gustado. Hay herencias sentimentales que se llevan con orgullo y otras, como en el caso de mi protagonista, con lágrimas… Pobre hombre, sí 😦
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reconozco que has «jugado» conmigo. Primero he odiado al abuelo, después me ha enternecido y finalmente he vuelto a odiarle y me he reído de su mala leche. Una buena historia muy bien contada. Enhorabuena 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias, Capitán! Me gusta sorprender con los finales. Si no tengo idea para un buen giro, me cargo a alguien. El caso es impactar, je, je.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me apunto lo de cargarse a alguien si se me resiste un final 😂
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡El caso es acabar por todo lo alto!
Me gustaLe gusta a 1 persona