En busca del amor

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EN BUSCA DEL AMOR

Muy despacio levanta la cabeza. Tiene los ojos cerrados, pero sabe que está frente al espejo. La incertidumbre le apremia y el nerviosismo le paraliza. Retiene el aire y cuenta hasta tres: uno, dos… y tres. Abre los ojos. Espira con ímpetu. El mentón prominente, la cicatriz en el pómulo, la nariz torcida, los ojos pequeños y la frente demasiado amplia. Se deja caer hasta quedar sentado en el suelo y se golpea la cara con los puños. Tampoco esta vez ha funcionado. Experimentos, pócimas, ungüentos… nada consigue cambiarle el aspecto, así, ¿cómo impresionará a Margarita?

Margarita… A pesar de haber crecido en casas cercanas nunca habló con ella. No era el tipo de chica que se relacionaba con chicos como él. La veía pasar, siempre tan bonita y tan sonriente, como quien ve un cometa cruzar el firmamento: con la certeza de que lo único que puede hacer es mirar y admirar desde la distancia. La saludaban el jardinero, su madre y sus hermanas, los vecinos, el cartero y el guarda. Él no, siempre evitaba que sus miradas se cruzaran. Hasta aquel día.

Aquel día la vio llegar en sentido contrario al suyo y bajó la vista, en un gesto rutinario. Sin embargo, al llegar a su altura, a Margarita se le cayó un libro al suelo. Él, solícito, lo recogió: Cumbres borrascosas.

—Es una novela impetuosa y tormentosa colmada de una sensibilidad… diferente —dijo mientras se lo entregaba, sin mirarla a la cara.

—¿Lo has leído? —La pregunta llegó hasta sus oídos con el ritmo de una melodía cadenciosa—. ¿Te ha gustado?

En ese momento alzó la vista y sus miradas se encontraron. La sonrisa de Margarita le robó la tarde y le condenó el corazón. Pasearon mientras hablaban de Emily Brontë y los impedimentos de las escritoras, de cine, de teatro, de París y, cuando la noche los sorprendió, levantaron la vista al cielo y contaron las constelaciones que cada uno diferenciaba. Olvidado el tiempo, disfrutaron cómplices hasta que una voz profunda rompió el hechizo y obligó a Margarita a salir corriendo.

Desde entonces él solo tiene un objetivo en mente: mejorar su aspecto. Quiere arreglar el desbarajuste que la cruel genética le adjudicó y lograr un físico a la altura de Margarita, la joven de belleza sin par cuya cabeza porta mucho más que unos ojos luminosos, una boca deseable y un cabello resplandeciente. Y para eso vive desde aquella noche encerrado en casa, dedicando todos sus conocimientos y habilidades a la experimentación de formas para lograr un buen porte. No ha vuelto a cruzarse con Margarita, aunque la observa a menudo pasar por delante de su ventana. Camina despacio, cada vez más bonita y radiante. Eso le obliga a rememorar su continuo fracaso, y retorna a sus fórmulas y ensayos en busca del que, por fin, le ayude a conseguir a su amada.

Margarita suspira, desolada. Una vez más se ha puesto su mejor vestido y se ha arreglado como para asistir a una boda solo para pasear por delante de su ventana. Sin embargo, como siempre, él no ha dado ninguna señal. Ni siquiera sabe su nombre, y es dueño de su corazón y sus noches en vela. Desde aquella maravillosa tarde en que habló, escuchó, rio y fue feliz hasta que su padre la llamó no ha podido apartarlo de su pensamiento. Sin embargo, no ha vuelto a verlo. Tal vez deba aceptar la realidad: él no siente lo mismo y ella se pone en ridículo exhibiéndose frente a su casa. Piensa en el cruel destino que padece: ella es Margarita, a quien todos cortejan, excepto el joven a quien ama. Vuelve a suspirar y, con los ojos anegados, regresa corriendo a casa.

Relato para el taller de escritura de Literautas de noviembre. Requisito: lo que te inspire este texto: «A las tres de la madrugada se escuchó un grito que provenía del sótano de la vivienda. Nadie más podía saberlo, pero el experimento había salido mal. Otra vez». Reto opcional: que el relato cuente una historia de amor.

34 comentarios en “En busca del amor

  1. whatgoesaround dijo:

    Precioso y muy bien escrito. Sí, los estereotipos, la dureza con uno mismo, la belleza física y la belleza de espíritu. También… esto es lo que pasa cuando no se aclaran las cosas, se deshacen los malentendidos y esas cábalas hechas en la soledad y seguramente la propia inseguridad.
    «Con la certeza de que lo único que puede hacer es mirar y admirar desde la distancia». ¿Ah, sí? Pues…

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  2. whatgoesaround dijo:

    «Cumbres borrascosas», un clásico. Una voz extraordinaria y una canción maravillosa. Escribí sobre ambas cosas una entrada hace tiempo.
    «Él recogió el vídeo del polvoriento camino y lo puso en su blog. La miró a los ojos y le preguntó si conocía la canción… «.

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  3. magdalena dijo:

    Me ha encantado el relato, Luna. Sabes contarlo tan magistralmente bien que haces que el lector esté expectante y disfrute hasta el último renglón.
    Me hiciste recordar una canción de Antonio Machín llamada «El bardo».
    Con toda seguridad que nunca habrás oído hablar de ella porque es muy antigua pero, te recomiendo que la oigas. Pídesela al señor «Google» y pon atención a la letra hasta el final.
    Besiños palmeiráns.

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  4. palmeiralibre dijo:

    Precioso cuento y muy tierno. ¡Cuántas historias de amor no llegarán a buen término por situaciones parecidas…! En estos casos siempre juega un papel negativo la timidez, la falta de seguridad en uno mismo, el miedo a hacer el ridículo, que vienen a ser la misma cosa. Mientras uno no sea capaz de reírse de su sombra, no hay manera de enfrentarte con éxito a la vida. Pero para la persona enamorada que sufre una tara física tiene que resultar muy duro. Lo estoy viviendo con un muchacho de mi barrio al que he visto crecer -hoy un hombre con aspecto poco atrayente-, enamorado desde niño de una compañera de clase. Ella sólo se portó amablemente con él por lástima, pero nunca le dio pie a que pensase otra cosa. Resulta una situación embarazosa para la chica.
    A ver si hay manera de que los protagonistas de tu historia dejen a un lado sus miedos y acaben dándose un abrazo que cambie el rumbo de sus vidas.
    Un abrazo enorme es el que te mando.

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