Orreaga, 778

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ORREAGA, 778

Roncesvalles, 15 de agosto de 778.

Bihox permanecía quieto en el lugar que su padre le había indicado: agazapado tras un árbol. Era la primera vez que iba a tomar parte en un ataque. Aunque aún debía esperar a la siguiente siembra para ser considerado adulto, habían hecho una excepción con él y los de su tiempo, ya que necesitaban juntarse el mayor número de guerreros posible y, aún así, serían inferiores al enemigo.

Las cuerdas que ataban sus abarcas, desde el tobillo a la rodilla, le apretaban demasiado. Las piernas se le comenzaban a entumecer. El pelo, que le llegaba hasta los hombros, se le pegaba a la frente, empapada por el sudor, y le dificultaba la visión. Constantemente lo retiraba y lo metía por detrás de las orejas. Miró a su padre y a los otros dos hombres que veía desde su posición: no parecía que a ellos les molestara el cabello. Se fijó en que les goteaban las tupidas barbas; por lo menos, él no tenía ese problema, apenas habían comenzado a crecerle algunos pelos debajo de la nariz.

Un sonido provocó que sus músculos se tensarán aún más: era el aviso de que el objetivo se acercaba. Se preguntó cómo sería ese tan poderoso al que llamaban Carlomagno, y si le resultaría posible verlo. Por lo que había oído, tenía un ejército numeroso y fiero, y venía de arrasar la ciudad, aún humeante. Bihox se dijo que ellos serían menos, pero eran más listos y valientes. Un retortijón agitó sus tripas. Sabía muy bien lo que eso significaba; sin embargo, su padre había sido muy claro tras mandarle colocarse en ese lugar: «A partir de ahora, lo que tu cuerpo tenga que hacer que se lo haga encima».

Un grito estridente dio la señal. Bihox lo respondió con otro, también sonoro y prolongado, mientras se levantaba y empujaba junto con su padre una enorme piedra, que dejaron caer hacia el otro lado del monte. Por debajo pasaban en ese momento sus rivales, en fila de a uno por lo angosto del camino. Para nada esperaban aquel ataque y no pudieron repelerlo. De poco o nada les sirvió su superioridad en cuanto a número y equipamiento para el combate. Sus pesadas armaduras no hicieron sino ayudar a las piedras y a la gravedad  y muchos de ellos rodaron ladera abajo. El resto se sumergió en una lucha cuerpo a cuerpo con unos hombres de largas cabelleras y barbas pobladas, túnicas cortas y mantos de pelo sobre los hombros.

«¡Vascones!», oyó Bihox que gritaban algunos de sus contrincantes mientras, venablo en mano, saltaba sobre ellos. Ya no le molestaban las cuerdas de las abarcas ni el pelo en la cara. Ni siquiera se dio cuenta de que sus esfínteres se habían relajado. Se movía como podía entre hombres y caballos, manejando su arma lo mejor que era capaz en aquel tumulto. Guerreaba sin saber si alguno de los golpes que recibía sería mortal, o si alguna de sus arremetidas heriría a uno de los suyos.

Distinguió la voz de su padre entre el alboroto, gritaba su nombre. Se dio cuenta entonces de que se estaban retirando y él no había oído la señal. Corrió, saltó y rodó por el terreno del que conocía hasta el más recóndito rincón. Se juntaron todos los que habían salido con vida en el lugar convenido. Lloraron a los caídos, reunieron el botín y celebraron la victoria. Bihox recibió abrazos, felicitaciones y también chanzas por el olor que desprendían sus ropas. No obstante, las mayores carcajadas fueron para el gran estratega y jefe del ejército enemigo, Carlomagno, quien había escapado tan acobardado y raudo que de buen seguro aún continuaba en marcha y sin atreverse a mirar atrás.

Esa noche Bihox no pudo dormir. Le dolía todo el cuerpo, aunque ninguna de sus heridas revestía gravedad; la cabeza le daba vueltas y el corazón continuaba latiéndole con fuerza. Miraba las estrellas y rememoraba la gran gesta que habían logrado, ajeno, como todos los demás, a que las crónicas de la historia no les darían el lugar que merecían.

Con este relato participo en el concurso de Zenda de #historiasvascas.

24 comentarios en “Orreaga, 778

  1. magdapalmeira dijo:

    Buenísimo, querida y admirada Luna. Soy de la misma opinión que Saricarmen; te metes en el guion y ves la película. Eres ingeniosa de verdad, tu plenitud de intelecto es asombroso, lo haces todo con notable eficacia sea cual sea el guion que elijas.
    Felicidades. Besiños palmeiráns.

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  2. Raúl dijo:

    He podido oler al guerrero y ver el tumulto de la lucha. Muy emocionante y real, me ha encantado, también la banda que has puesto, Konbenio del metal, muy potentes y a la vez melódicos, a éstos sí que no los conocía, ¡gracias! Un abrazo.

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    • Luna Paniagua dijo:

      ¡Muchas gracias, Raúl!
      Konbenio del metal es un grupo de Tolosa, en Guipúzcoa, me gustan mucho. El cantante es (entre otras cosas) actor, si eres cinéfilo tal vez lo hayas visto en Handia, se estrenó el año pasado y se llevó unos cuantos goyas.
      La canción que he puesto habla sobre la batalla en la que yo me he basado para el relato.
      Un abrazo

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  3. Carlos Montalleri dijo:

    Muy bueno Luna. Sabes que me gustan muchos las historias así. Describes lo que pasa por la cabeza del joven guerrero, siempre he pensado que esa primera vez ha de ser estresante aunque luego en batalla, todo se olvide. Suerte en el concurso. Por cierto, que fuerza tiene el video. Otro abrazo y a por el finde 😊

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    • Luna Paniagua dijo:

      No he tenido suerte 😦 ya salieron finalistas y ganadores. La verdad es que estoy satisfecha con esta mi primera incursión en la ficción histórica.
      Sí que tienen fuerza Konbebio del metal, esa canción en concreto me inspiró, narra la misma batalla que yo.
      Muchas gracias, Carlos. Un abrazo

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