El problema de Crato

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Ilustración propia

(Relato infantil)

Mi abuela es bruja. Pero no se lo puedo contar a mamá ni a papá porque no me dejarían ir a verla. Cuando están ellos hace cosas normales, pero cuando se van y nos quedamos solas… deja las cosas quietas en el aire, enciende y apaga la luz sin tocar el interruptor, hace que la coliflor huela a chuches, cambia el color de mi ropa y otras cosas raras. Y lo mejor de todo es que deja suelto a Crato.

Crato es nuestra mascota. También es mía porque yo ayudé a hacerla. El cuerpo es una caja de zapatos, la cabeza un globo hinchado en el que dibujé una cara de gato, las patas de delante dos cucharas, las de atrás dos palillos chinos y la cola cuatro trozos de lana. La abuela hizo un hechizo y anda, corre, salta, come, bebe y hace un ruido parecido al de un gato.

Hoy mamá me ha traído para quedarme a pasar el fin de semana. Veo por la ventana que se va y voy corriendo a abrir la puerta del desván. Espero, pero no oigo el ruido de las patas de Crato al bajar las escaleras.

—Miren, cielo —dice la abuela—. Si quieres ver a Crato, tendrás que subir tú. No sé qué le pasa, pero hace tres días que no se mueve.

Subo las escaleras y lo veo tumbado en su mantita. Arrugo la nariz, huele como los calcetines de papá cuando los echa a lavar.

—Hola, Crato. ¿Qué te pasa? —Ni siquiera levanta la cabeza para mirarme.

Lo acaricio y le digo cosas bonitas, le acerco la comida y el agua, le tiro la pelota, le cuento un chiste, imito a un mono, abro mucho los ojos y saco la lengua, y al final me enfado y le grito. Pero Crato no hace nada.

Me siento en el banco del jardín. Está un poco mojado porque ha llovido a la noche, pero no me importa. Estoy triste porque no puedo ayudar a Crato. La abuela se sienta conmigo y me abraza.

—Abu, ¿por qué no haces un hechizo para alegrar a Crato? —le pregunto.

—No puedo, cielito, porque no sé qué le pasa —me contesta.

Las dos miramos el paisaje sin decir nada. Dos mariposas pasan por delante de nosotras. Dos yeguas trotan por el camino. Dos ardillas suben a un árbol. Dos cigüeñas pasan volando por el cielo… Abro mucho los dos ojos:

—¡Abu! ¡Ya sé qué le pasa a Crato!

—¿Sí, cariño? ¿Y qué es?

—¡Quiere otro como él!

Entro corriendo a casa. Cojo una caja de cereales, le pego dos tenedores para las patas de delante y dos cucharas para las de atrás. Le pido a la abuela que hinche un globo y pinto otra cara de gato para la cabeza, y corto cuatro trozos de lana para la cola.

—Ya está, abu. ¡Ahora tú!

La abuela cierra un poco los ojos y mueve las manos, haciendo círculos con los dedos separados. Dice algo que no entiendo, se oye un ruido y sale mucho humo, como si hubiera explotado un petardo. 

Cuando el humo se va, veo que el muñeco que acabo de hacer se mueve. Salto y doy palmadas. Lo cojo en brazos para llevarlo con Crato.

—Tú te vas a llamar… Miko.

Lo dejo en el suelo al lado de Crato. Levanta la cabeza y se pone de pie. Salen los dos al jardín y no paran de correr y saltar. Abrazo a la abuela.

—¡Abu! ¡Lo hemos conseguido!

—¿Qué haría yo sin ti? —me pregunta, y me da un beso en la cabeza.

—Estarías triste, como Crato cuando estaba solo.

32 comentarios en “El problema de Crato

  1. POETAS EN LA NOCHE dijo:

    Querida Luna,
    ¡pero qué cuento más precioso!
    Me ha parecido una historia muy bonita y tierna la de Crato y Miko, has sabido plasmar la mirada de la inocencia, el amor de una abuela y la necesidad que se crean nieta y abuela de estar juntas y compartir el amor y la complicidad que hay entre ambas
    Realmente es un amor especial.
    Te felicito querida amiga, hace mucho que no leía un cuento tan maravilloso.

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  2. macalder02 dijo:

    Qué bien Luna. me has hecho traer a mi memoria la figura de mi abuela paterna. El amor de ellas es los resaltante que uno puede tener en la vida. Tu relato plasma esa relación especial con los nietos. Maravillosamente recreado. Voy a guardar para mi nieto que recién tiene 7 meses. Saludos.

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