¡Qué estrés de Navidad!

Qué estrés de Navidad

Gracias a Dios o a quien sea que ya se acaban estas Navidades. Las más estresantes de mi vida, con diferencia. Desde el día de principios de noviembre en que recibí las cartas de papá Noel y los Reyes Magos he estado en un sinvivir. Que ellos no iban a venir este año, escribían, que son grupo de riesgo y no podían salir. Me puse en contacto con Olentzero, el Apalpador, el Angulero, el Tío de Nadal y nada, que estaban todos en confinamiento preventivo. ¡El Tío de Nadal! «Pero si eres un tronco», le contesté. Y él, que sí, que un tronco pero viejo, y que si un año se podía librar de los golpes, no iba a perder la oportunidad.

No tenía elección: tocaba preparar una estrategia para que mis dos hijas tuvieran sus regalos sin darse cuenta de que había sido yo. Escribí las cartas con ellas, buscando lo que querían en internet con la excusa de ponerlo bien, para que no se confundieran y les trajeran algo parecido que no les gustara tanto. «Pero mamá, si siempre lo han entendido». «Ya, pero este año igual andan despistados con lo del coronavirus y se lían». Menos mal que soy de respuesta rápida, porque estas dos cuando no quieren enterarse no se enteran de nada, pero cuando sí… ríete tú de Poirot.

Una vez tuve los regalos, los guardé en el trastero, al que me cuidé mucho de no decir que iba mientras estuvieran ellas, y una excusa menos que inventar. Compré papel de regalo, el del último cumpleaños por supuesto no servía, no fuera a ser que mis pequeñas Sherlock se dieran cuenta. Tampoco el de la tienda del barrio, que seguro lo tenían visto, así que me tocó coger el coche para conducir diez minutos y pasarme veinte aparcando. Envolví los regalos en el trastero, por supuesto, y allí estuvieron hasta que en Nochebuena, cuando ya dormían, salí de casa como una adolescente castigada sin ir a una fiesta, los subí, los coloqué bajo el árbol sobre las zapatillas de cada una, me bebí el vino y me comí el mazapán chupado por el gato que le habían dejado a Papá Noel, suspiré y me fui a la cama.

No pegué ojo en toda la noche. No podía evitar pensar que había dejado alguna pista. Repasé todos mis movimientos con la atención y precisión de un CSI una y otra vez hasta las siete y veinte de la mañana, momento en que oí abrirse una puerta, cuchicheos y pasitos rápidos por el pasillo. Cuando escuché: «¡¡Mamáááááááááá, están los regalos!!», me levanté y fui desde mi habitación hasta el salón como si caminara por la milla verde por última vez.

Ahí estaban mis angelitas, arrancando el papel de regalo tan cuidadosamente escogido como buitres la carne del cuerpo de un león. Y yo de pie, mirándolas cual gacela petrificada ante la sospecha de un guepardo cercándola. Temía el momento en que se volvieran demonios y escupieran un acusador: «¡Has sido tú!». Que, por suerte, no llegó. Bien por mí, prueba superada. Ya solo me queda hacer de Reyes Magos esta noche. Confío en que mi corazón y mi estómago —tres vinos, tres mazapanes chupados— lo soporten.

Y me voy a pasar el año poniendo velas a santos, a Pfizer y a quien haga falta para que ni Papá Noel ni ningún encargado de dejar los regalos vuelva a faltar, porque estas son las primeras Navidades en las que he perdido cinco kilos en lugar de cogerlos y, aunque ahora entre en los vaqueros de antes del primer embarazo, espero que sean las últimas.

Relato para el concurso de Zenda #unaNavidaddiferente.

Imagen de Klaus Hausmann en Pixabay

28 comentarios en “¡Qué estrés de Navidad!

  1. Raúl dijo:

    ¡Qué bueno, muy divertido! El otro día vi como unos niños se dejaban las manos intentando romper unos papeles de envolver que parecían irrompibles. Eran muy bonitos, pero donde esté el papel que se rompe a la primera no hay nada para días así. Los niños tienen una sabiduría que a veces te dejan apabullado. Conversación del otro día con una niña de cinco años; pregunta nuestra: ¿ya has escrito la carta para Papá Noel para que sepa qué te tiene que dejar en nuestra casa?; contestación suya: no voy a escribirla porque el año pasado vosotros le enviasteis un email y me trajeron más cosas … Ya sabes, a seguir moviéndote de manera sigilosa ¡Feliz día de Reyes! Un abrazo.

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  2. laacantha dijo:

    Mi hija teniendo 5 años empezó a dudar en la existencia del Papa Noel : «Mama, dime la verdad ¿ no existe Papa Noel? ..pero a veces pienso que existe , no sé! » Así que era una chica muy razonable y muy espavilada , no tenia sentído contarle un cuento navideño. Le contesté :- Sabes que, tengo ya bastante años y dudo también igual que tu , no sé si existe pero los regalos siempre alguien traiga. He elaborado una sofisticada y mágica entrega de regalos hasta que ella creó en Papa Noel , por lo menos hasta la siguiente Navidad vivía con esa mágica ilusión. Un abrazo para ti y tus hijos.

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  3. Máximo Disaster dijo:

    Ay, Luna, lo que me he reído con tus angelitas! Hay que ver lo que somos capaces de hacer los papas para mantener la emoción infantil: recuerdo que concluidos todos los preparativos (y te aseguro que me veía reflejada en algunas de las cosas que cuentas), me pintaba los labios de negro, levitaba hasta la cama de mi hija para no despertarla y le dejaba los labios de Melchor (su preferido como para casi todos los enanos) marcados en la frente. Ese día no había forma de que se lavase la cara.No llego a tiempo para felicitarte los Reyes, pero espero de corazón que sus Majestades te hayan dejado algo que te haya hecho sonreir.

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    • Luna Paniagua dijo:

      Si les hago yo a los míos lo de los labios, los tengo metidos en mi cama las noches de los próximos diez años, ja, ja.
      Pues sí que me han dejado una agradable sorpresa (en casa de mi madre): ¡un lote de productos sin gluten! Y alguna cosilla más. 🙂
      Un besazo

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