Quince minutos antes de la hora ya está preparado. Con la mirada fija en algún punto del interior de su mente, deja pasar el tiempo. No repara en el ruido de sus inspiraciones ni en el del corazón que por momentos triplica la fuerza y frecuencia del bombeo.
Catorce minutos después se levanta. Ahora sí. Eso por lo que tanto ha luchado, eso por lo que ha trabajado durante tantos años, lo tiene a sesenta segundos. Comienza a caminar hacia su sueño, mientras se pregunta por la inusitada quietud. Encuentra la respuesta al girar la última esquina: más personas de las que puede contar forman un pasillo humano que rompe a aplaudir al aparecer él. No alcanza a definir las caras mientras avanza, un paso tembloroso tras otro, pero ve muchas sonrisas y algunas lágrimas. Entonces, observa su mano derecha, como si no fuera suya, sacar la tarjeta del bolsillo y, por última vez, pasarla por la máquina de fichar.
«Jubilado», piensa y retiene cinco segundos el aire en los pulmones, antes de soltarlo de golpe. «¡Jubilado!», escucha en infinidad de voces mientras recibe abrazos, palmadas en la espalda y apretones en los brazos. Deja atrás los «felicidades», «ahora a disfrutar», «te echaremos de menos», «ven a visitarnos» y «estaremos en contacto» y se enfrenta al frío de enero.
Allí está ella. La mira e intuye una sonrisa que le pliega el rostro por los surcos que ha horadado ese gesto repetido a diario. Le baja la bufanda y se acerca hasta tocar los labios tan secos como los suyos, pero él los siente tan húmedos y tersos como cuando ella lo besó detrás del seto cuarenta y ocho años antes, justo antes de entrar en esa fábrica por primera vez.
Se separa lo justo para enfocar su cara y la cubre hasta la nariz con la bufanda, mientras le dice: «No necesitarás esto en Benidorm».
Imagen de Carlos, del blog La estaca clavada.
Relato para el concurso de Zenda #SueñosdeGloria.
Este comentario es poco original pero así lo siento. Me ha parecido tierno y precioso. Ojalá sean muchos los que después de 40años juntos sigan sintiendo su piel tersa y deseada.
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Y que puedan disfrutar de una merecida jubilación. 🙂 ¡Muchas gracias!
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Me ha encantado el relato. La dulzura del momento. La realidad no suele ser así. Sobre todo cuando eres un trabajador por cuenta propia y decides jubilarte, como fue mi caso. Pero, me ciño a lo literario, tienes el don de la escritura. Enhorabuena.
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Siempre hay distintas realidades. Mi padre se jubiló muy contento. Yo también soy autónoma y… miedo me da.
¡Muchísimas gracias! 🙂
¡Un abrazo!
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Es tierno el relato.
Conocí a una parejita muy maja que fueron felicísimos en Benidorm. Y se quisieron siempre hasta el final, como en los cuentos pero de verdad.
Tu relato me los ha recordado.
Besos, Luna
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Qué bonito, me alegra haberte evocado ese recuerdo. Seguro que bailaron los pajaritos. 🙂
¡Muchas gracias! Y un besote
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Pobre hombre – pensé yo-tanto desea estar jubilado , supongo que no le gustaba su trabajo…. a mi me asusta la jubilación aunque sea en Benidorm. Precisamente Benidorm me espanta. Bueno , no discuten sobre los gustos. Me gustó el relato. Un abrazo.
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Benidorm es para gustos (como todo), pero no se puede negar que es un clásico para los viajes de jubilados, je, je.
¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado. 🙂
Un abrazo
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Jajaja, los pajaritos, desde luego es la canción perfecta para el binomio Benidorm y jubilado. Me ha parecido muy bonito el relato, con ese sorprendente ritmo épico del principio. Abrazos.
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Muchas gracias, Raúl. Creo que no le harás una entrada, pero los pajaritos son un superclásico, está claro, je, je.
Me alegra que te haya gustado y a mí me ha gustado mucho eso del ritmo épico. 🙂 ¡Un abrazo!
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Me ha encantado el relato Luna, en efecto después de tantos años, el primer día sabe a vacaciones y será también el primero de muchos desayunos compartidos y bastantes paseos matinales. ¿Pero de verdad hay que escuchar los pajaritos? Un besazo.
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Por favor, Carlos, pero ¿qué pregunta es esa? No solo hay que escucharla, ¡también bailarla! Venga, que ya está tardando y te lo he puesto fácil, solo tienes que darle al vídeo. 😉
Muchas gracias, Carlos. ¡Un besote!
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Ah, y muchas gracias también por la imagen. 🙂
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¡Acabo de solicitar el reingreso! Besazo.
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Muy entretenido tu relato.
Que disfruten de la jubilación en Benodorm o donde sea los que puedan, al ritmo que vamos, acabaremos jubilándonos en día que estriremos la pata
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Vaya que sí…
Me alegra que te haya entretenido. 🙂 ¡Muchas gracias!
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Yo cuando me jubile seré feliz. Me gusta mi trabajo pero también quiero disponer de mi tiempo por completo. Un relato muy tierno y emotivo. Por cierto yo… al norte. Cantabria será mi destino. Un abrazo.
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Coincido contigo, yo también seré feliz. Por mucho que te guste tu trabajo, no deja de ser una obligación…
Estaremos cerca. 🙂
Muchas gracias, Carlos. Un abrazo
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Qué bonito… y qué ganas dan de jubilarse ya 😀
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Sí, ¿verdad? Yo no iba a ser de los que se deprimen… 🙂 ¡Muchas gracias! Un abrazote
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