EN EL AIRE
No sé cuántas veces me han preguntado si me arrepiento. Bueno, sí lo sé, exactamente el mismo número de veces que he contestado que no. No me arrepiento, en absoluto. Ese pipiolo era un creído, un usurpador, un provocador, un mal que había que erradicar. Apareció con su donaire de los veinte apenas pasados, su metro ochenta y cinco y su sonrisa de estudiada despreocupación. La versión oficial era que estaba de prácticas; sin embargo, yo lo calé enseguida: quería quitarme el puesto de presentador. A mí, con lo que me había costado ponerme al frente del concurso. No iba a dejar que me desbancara, por supuesto que no. Seguir leyendo