Conversación en el cementerio

la muerte tiene su gracia

CONVERSACIÓN EN EL CEMENTERIO

—Y los muertos aquí lo pasamos muy bien, entre flooores, de colooores…

—Cállate.

—Hay que ver qué mal humor se te pone siempre el Día de Muertos. Anímate, hombre, podemos salir a pasear y mira qué bonito está todo. 

—Todo, no. Nuestras tumbas están como siempre. Nadie viene a vernos ni nos pone flores ni calaveras de dulce ni nada. Es deprimente.

—¿No irás a llorar?

—Tú me dirás cómo. Hace mucho que no tenemos lagrimales, no somos más que huesos.

—Era una broma, a ver si te animabas un poco.

—Ya. Ja. Ja.

—En fin, fue mala suerte que muriéramos en México. Seguir leyendo

Circo de verano

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Imagen propia

Tras la noche más corta, una cerilla

prende la hoguera de la fantasía;

se despliega la carpa y en su seno

el primer foco enciende la ilusión.

 

Ojos abiertos, mentes despejadas,

bocas que alternan risas y estupores

presencian el desfile de luceros; Seguir leyendo

El abuelo me tiene manía

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EL ABUELO ME TIENE MANÍA

—No vas a tocarla en tu vida, rapaz.

Esa es la respuesta que recibí de mi abuelo la primera vez que le pedí su bicicleta. Ocho palabras que desencadenaron las lágrimas del niño de cuatro años que yo era entonces.

—¡Padre! No le diga eso al niño. Mire qué disgusto le ha dado. —Mi madre me acarició la cabeza y yo me agarré a su pierna más fuerte de lo que nunca, años después, me agarraría a ninguna farola de vuelta a casa tras salir de fiesta. —Déjele, solo es una bicicleta.

—No es solo una bicicleta. —El abuelo achinó los ojos y movió el dedo índice de la mano derecha delante de la cara de mi madre—. Es mi compañera, juntos somos una máquina perfecta. No quiero que ningún mocoso la estropee. Seguir leyendo

Gol a la vida

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GOL A LA VIDA

No podría estar más orgullosa de ti. Te veo tocar el balón y tengo que coger aire para frenar un sollozo. Tu primera vez desde el accidente; la vida te metió un gol, pero tú, mi hermano pequeño, nunca das un partido por perdido hasta que suena el pitido final.

Estás tan concentrado. Me pregunto si sientes mi mirada sobre ti, en cada momento, en todas las jugadas. Incluso en las que no participas. No te imaginas el esfuerzo que estoy haciendo para no animarte a gritos. Seguir leyendo

El ligue

Con este relato he ganado el Concurso Marzo 2018 de Paula de Grei, y me he llevado —ni más ni menos— que el poemario de María Eugenia Hernández Grande (MaruSpleen), Spleen Spleen (Seis años y quizás un día).

Podéis leer todos los relatos que han participado aquí.

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EL LIGUE

—Es una maravilla, ¿verdad?

Miré hacia la voz que me había sacado de mi ensimismamiento. Me encontré con unos ojos azules impresionantes, rodeados de un rostro de adonis. Mi cerebro pensaba algo inteligente que contestar, pero mi boca fue más rápida: Seguir leyendo

Artot Minteko

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—¡Veinte mil! —grité, rogando en silencio que por favor acabara ya. Con seguridad no llevábamos ni tres minutos con esa puja, pero a mí se me estaba haciendo tan larga como si fueran tres horas.
—¡Veinte mil doscientos! —Escuché al fondo. Tenía la respiración acelerada, sentía gotas de sudor ácido resbalarme por la espalda y los receptáculos auditivos muy calientes. Cerré los ojos, vi pasar por mis párpados tapiados años de esfuerzos, de trabajo sin descanso. También a mi padre, en su lecho de muerte, susurrándome que luchara por tener un futuro mejor que su pasado y que el presente que él me había conseguido. Me dije que valía la pena, y como si no fuera mía, oí mi voz:

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Jugando

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JUGANDO

Ana preparaba la comida. Como un autómata manejaba utensilios y mezclaba ingredientes, movimientos tantas veces repetidos. Le llegaban desde el salón las voces y los ruidos de sus hijos jugando. Pedro, de nueve años, y Marina, de siete, ya habían comenzado las vacaciones de verano. Ana se alegraba de que fueran capaces de jugar juntos, no como otros hermanos que siempre se peleaban, según oía a algunas madres.

Puso la mesa y llamó a los niños. Tres veces, era parte de la rutina que no obedecieran a la primera. Cuando fue a servirles el primer plato casi se le cayó la olla al ver la cara de Marina: tenía una marca roja debajo del ojo, en un pómulo que comenzaba a hincharse. Seguir leyendo

Quién lo iba a decir

QUIÉN LO IBA A DECIR

De pie al borde del acantilado, Miriam sujetaba la urna con las dos manos. La brisa le traía olor a sal y le revolvía los mechones que escapaban de la coleta. Quitó la tapa y esperó un momento de calma. En cuanto notó que cesaba el viento, lanzó las cenizas hacia el mar; quería asegurarse de que cayeran al agua. Las miró descender. Una corriente de aire las dispersó menos de un segundo antes de que una ola las engullera. Sonrió. Cerró la urna, dio  media vuelta y caminó despacio hasta el coche que la esperaba en el aparcamiento sin asfaltar, a unos pocos metros. Se sentó en el asiento del copiloto. Seguir leyendo

Almendras, regalos y mentiras junto al árbol

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ALMENDRAS, REGALOS Y MENTIRAS JUNTO AL ÁRBOL

Para Martina la mañana de Navidad era, si cabe, aún más especial que para los demás niños.

La noche anterior ponía junto al árbol un plato de almendras garrapiñadas y un vaso de vino tinto, sabía de buena fe que eso era lo que le gustaba a Papá Noel. Se dormía mucho más tarde de lo que acostumbraba, cuando al fin el cansancio vencía al nerviosismo; se despertaba antes de lo normal, cuando la excitación ganaba al sueño. Levantaba a su madre y las dos se acercaban al árbol, comprobaban entre risas que la comida y la bebida habían desaparecido y repartían los regalos.

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