La bombilla del techo iluminaba tu mirada casi tanto como la lágrima que resbaló por tu mejilla alumbró mi esperanza. Quise guardarla en un frasco y llevarla siempre conmigo, segura de su anuncio de algún sentimiento por mí en tu interior. Cerré los ojos mientras me repetía que aún me querías y eso me impidió verte marchar, pero el sonido del portazo apagó, inclemente, mi ceguera.
Microrrelato para el reto Escribir jugando de enero del blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo