HASTA EL INFINITO
—Deberías ver las rozaduras de mis talones, los tengo en carne viva. Eso sí, ha merecido la pena: una ascensión dura, pero ¡qué vistas desde arriba! El Aneto es el monte más alto de Pirineos, ni más ni menos. Y los he subido más altos, hija, antes de que tú nacieras. Yo subí al Everest, ¿sabías eso, Mariana?
—Eres un campeón —respondió Carla, mientras miraba a los ojos velados de su abuelo y le apretaba la mano. Él sonrió y perdió la mirada en el horizonte, más allá de la verja del geriátrico.