No le había contado esto a nadie, pero hoy, por lo que sea, me apetece compartirlo contigo: cuando estoy triste, cuando siento que la vida me vence, subo al desván, abro el baúl donde mamá guardó la ropa de la abuela Pilar, cojo uno de sus chales y me envuelvo en él. Con su olor arrullándome, cierro los ojos y recuerdo las palabras que un día me dijo: «Solo tú puedes encerrar tu pensamiento en una jaula. No lo hagas; deja que tu mente vuele libre».
Así lo hago, y siempre encuentro las fuerzas para seguir adelante. Nunca falla.
Microrrelato para el reto Escribir jugando de octubredel blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo