Niebla

Comparto mi colaboración en Letras & Poesía:

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Imagen propia

NIEBLA

Sombrío el suelo, luz en las alturas

reina el frío de enero en tus entrañas

sol en el exterior

contraste seductor y misterioso.

 

Escondido en tu seno de algodón

despierta el pueblo lóbrego y cegado

envueltos por un manto de humedad

los abrigos, las almas y las ganas.

 

Escapé de tu abrazo en la alborada

rebasé tu frontera en la ascensión.

Ahora observo la magia de tu imagen

mar aterciopelado, fugaz, níveo y voluble,

aguardo a que tu estampa se diluya

subas el telón, mutes el paisaje

liberes de tu embrujo a los tejados.

 

Dejes paso a la luz.

 

Me he dormido

Comparto mi última colaboración en Letras & Poesía.

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ME HE DORMIDO

Viernes, 1 de diciembre de 2017. Pedro se despierta por el ruido de pasos y gritos de niños en el piso de arriba. De inmediato se incorpora en la cama y piensa: «¡Me he dormido!». Debería haberse levantado a las 5:15 para fichar puntual a las 6:00, tal y como lleva haciendo los últimos diez años. Mira hacia la mesilla, el radiorreloj marca las 9:37 —no es posible, ¿cómo he podido dormirme?—. Pegado a él, ve una nota que puede leer gracias a la luz que entra por las rejillas de la persiana: MIRA ESTO, y una flecha señalando hacia la derecha, a un álbum. Lo coge y lo abre. En la primera página hay una foto de Raquel y suya el día de su boda; debajo, unas líneas escritas con la inconfundible letra de su mujer:

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Lidia

Comparto mi última colaboración en Letras & Poesía, con la que he ganado por segunda vez el Escrito de la Semana.

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LIDIA

Lidia corría a través de las calles. Atrás dejaba las casetas de las fiestas, el concierto de Gatibu y los amigos. Le faltaba el aire, le ardían las mejillas y el pelo se le metía en los ojos; pero no perdía tiempo ni para apartarlo. Dos gotas cayeron sobre su cara y apretó el paso.

Llegaron hasta sus oídos los primeros acordes de Alkondarie, acompañados por los gritos de la gente. Ella tenía que estar ahí, con sus amigos, y en especial con Markel; como hasta hacía diez minutos. Reían y cantaban cuando el chico le dio la mano; se miraron a los ojos y sonrieron. Entonces, escucharon las campanadas de las doce, seguidas de un trueno ensordecedor. Lidia levantó la vista, preocupada. El cielo, poco antes despejado, se encontraba lleno de nubes amenazadoras y ella sin enterarse. Soltó la mano de Markel y echó a correr mientras gritaba: «¡Me tengo que ir!». No se volvió cuando oyó a su espalda: «¿Eres Cenicienta, o qué?».

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La noche

Comparto mi última colaboración en Letras & Poesía.

LA NOCHE

Discreta cae la noche

con su túnica negra

el paisaje ensombrece

difumina las calles.

 

En el cielo se prenden

festivas las estrellas

en el campo iluminan

traviesas las luciérnagas.

 

Es la ciudad sombría

amasijo de sombras

reina frío el silencio

cualquier ruido estremece.

 

No te fíes de nadie

que escudriñe la noche

cuídate de los monstruos

sobre todo de mí.

Mozolo

Comparto mi última publicación en Letras & Poesía, que fue elegida Escrito de la Semana.

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MOZOLO

Mozolo era un mochuelo común, rechoncho y de plumaje marrón y blanco. Aparte del nombre y el aspecto, no tenía nada de ordinario. Era el ave más lista de su clase y su profesora, la lechuza Hontza, creía que era el animal más inteligente del bosque.

Todas las noches se sentaba en una rama del roble-escuela y escuchaba las lecciones con atención. A menudo levantaba el ala para hacer preguntas; algunas ni la propia Hontza sabía responder.

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Si pudiera volver atrás

Comparto mi última colaboración en Letras & Poesía. Es la primera reflexión que escribo; surgió a raíz de una de las amenas y filosóficas charlas que mantengo con Carlos de La estaca clavada en los comentarios de nuestras respectivas publicaciones.

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SI PUDIERA VOLVER ATRÁS

Todos hemos pensado y oído decir alguna vez a los demás: «Si pudiera volver atrás…». Todos, sin excepción, retornaríamos al pasado si fuera posible, bien por cambiar algo en concreto o bien para tener más tiempo por delante.

Los hay que dicen: «Me gustaría volver atrás en el tiempo pero sabiendo lo que sé ahora». Esto me plantea una duda: ¿cuánto atrás? ¿A los diez años? No me imagino a un niño con la personalidad de un adulto tocando timbres y huyendo, corriendo tras las niñas para levantarles la falda o escribiendo en la pared del gimnasio que el profesor se tira pedos en clase —mamá, es todo inventado—.

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Epona

Comparto para los que no la hayáis leído —o sí pero os apetece volver a leerla, que todo puede ser— mi primera entrada en Letras & Poesía

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EPONA

—Cuando me muera, quiero que tiréis mis cenizas en el monte Epona, al lado de la ermita. Allí quedará mi alma para siempre. ¿Vendrás a visitarme, verdad?

—Claro que sí, abuelo.

No sé cuántas veces le oí decir eso. A mi madre no le hacía ninguna gracia, decía que vaya perra tenía con ese sitio; estaba a 400 kilómetros de la ciudad y había que subir andando. Y que además, allá arriba no había más que un aire horrible, una iglesia abandonada y caballos. «Bueno mamá» contestaba yo, «si es su voluntad habrá que cumplirla». Sin embargo, cuando llegó el momento, un viaje de trabajo me impidió acompañarles.

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