En un descuido del guardia huyó del Palacio de las Mareas; nunca se alegró tanto de ser el mejor de su clase en atletismo. No bajó el ritmo al internarse en el bosque. Ya no le importaba conseguir el tesoro, aunque sabía con exactitud dónde estaba. Solo quería llegar al barco, salir de esa isla y no volver a ver a aquellos crueles piratas.
Se despertó entre jadeos. Cuando consiguió ubicarse, dejó el libro de Robert Louis Stevenson, que una noche más tenía abierto sobre el pecho, en la mesilla, apagó la luz y, con una sonrisa, volvió a dormirse.
Microrrelato para el reto Escribir jugando de diciembre del blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo