Orreaga, 778

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ORREAGA, 778

Roncesvalles, 15 de agosto de 778.

Bihox permanecía quieto en el lugar que su padre le había indicado: agazapado tras un árbol. Era la primera vez que iba a tomar parte en un ataque. Aunque aún debía esperar a la siguiente siembra para ser considerado adulto, habían hecho una excepción con él y los de su tiempo, ya que necesitaban juntarse el mayor número de guerreros posible y, aún así, serían inferiores al enemigo.

Las cuerdas que ataban sus abarcas, desde el tobillo a la rodilla, le apretaban demasiado. Las piernas se le comenzaban a entumecer. El pelo, que le llegaba hasta los hombros, se le pegaba a la frente, empapada por el sudor, y le dificultaba la visión. Constantemente lo retiraba y lo metía por detrás de las orejas. Miró a su padre y a los otros dos hombres que veía desde su posición: no parecía que a ellos les molestara el cabello. Se fijó en que les goteaban las tupidas barbas; por lo menos, él no tenía ese problema, apenas habían comenzado a crecerle algunos pelos debajo de la nariz. Seguir leyendo