Órdago al amor

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ÓRDAGO AL AMOR

—Pero ¿a ti te parece normal? —me pregunta mi mujer, frotándose las manos ya secas una y otra vez con el trapo de cocina.

—Claro que sí. Son una pareja y quieren tener un hijo. Es lo más normal del mundo —contesto a pesar de que sé que me traerá consecuencias.

—¡Pero que son dos chicos! ¡Dos chicos! Los hijos se tienen entre un hombre y una mujer, de toda la vida de Dios. —Ha soltado el trapo y me mira fijamente—. ¿Es que no vas a decir nada?

—Qué quieres que diga, mujer. Se quieren y quieren formar una familia. Ya que ellos no pueden hacer un niño, lo adoptan. A mí me hace ilusión tener una nieta.

—¡Qué nieta ni qué historias! ¡Una china! ¡Que van a traer una china! ¿Cómo van a criar dos hombres a una niña? ¿Me lo quieres explicar?

—Pues queriéndola y preocupándose por ella. No veo el problema.

—No, si para ti todo lo que hace el niño está bien. Cuando nos contó que le gustaban los chicos, le diste una palmada en la espalda y le dijiste que podía traer a su novio a casa. Encima animándole. Cuando dijo que se casaba, le pagaste la boda. Y ahora que viene con que van a adoptar, no le quitas la idea de la cabeza.

—Pues no. Y pienso regalarles el carro y la cuna.

—¡Lo que faltaba! ¡Qué hombre! ¿Es que a nadie le importa lo que yo pienso?

—Es la vida de nuestro hijo, no importa lo que pienses ni tú, ni yo ni nadie. Solo importa que haga lo que sienta y sea feliz.

—¿Y no puede ser feliz con una chica?

—No. No puede. Ya deberías haberlo aceptado a estas alturas.

—Mira… mira. —Aprieta los labios e intenta desintegrarme con la mirada durante un instante. Al final sale de la cocina. Oigo abrirse y cerrarse la puerta de casa. Imagino que irá a desahogarse con la vecina de enfrente.

Mi esposa no es una mala mujer, pero está chapada a la antigua y demasiado preocupada por lo que dicen el cura y los vecinos. Y yo no le he dado la vida que esperaba. No he sido un marido muy atento; he pasado más tiempo jugando a las cartas en el bar que con ella, solo hemos tenido un hijo y ya éramos mayores. Nuestro hijo, que a los dieciséis años nos dijo que era homosexual y que salía con un chico de la ciudad. Nunca le importó lo que dijera la gente del pueblo al verles pasear de la mano. Se casaron quince días después de que aprobaran la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Suspiro. Ella nunca lo ha entendido y siempre me echa en cara que le apoye. No puede comprender la razón por la que me lleno de orgullo al verle exponer lo que siente, sin miedo a las reacciones de los demás. Y ese motivo es que yo no tuve el valor de hacer lo mismo hace cincuenta años. Ojalá hubiera sido capaz. No habría vivido una vida de fachada, de silencio, sufrimientos, mentiras y guiños con doble sentido. Y el Anselmo y yo seríamos algo más que pareja de mus.

Con este relato participo en el concurso de Zenda #historiasconorgullo

20 comentarios en “Órdago al amor

  1. inspectordisaster dijo:

    Es precioso, Luna:
    Hace poco pensaba plasmar una historia real sobre un tema muy parecido (vidas insatisfechas por el miedo a reconocer la propia identidad sexual), sin embargo, lo dejé en suspenso porque el final me pareció excesivamente trágico. Tú consigues exponer esa situación con mucha ternura y, algo que me encanta, sin dramatismos innecesarios.

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