Viaje de negocios

Viaje de negocios Luna Paniagua

Imagen de Carlos – La estaca clavada

Ojalá pudiera olvidarlo, pero lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer. Viajé en tren hasta Lisboa por un asunto de trabajo. Me registré en el hotel que me habían indicado y, como ya era tarde, entré en el restaurante con intención de cenar.

Me sorprendió muy agradablemente que allí mismo estuviera actuando una cantante de fados, pero más aún su hermosura. Y mi sorpresa fue ya inmensa cuando, tras cruzarse nuestras miradas, mantuvo la suya en la mía hasta acabar la canción y bajó del escenario para acercarse a mí. Apenas nos dijimos nada; no hacen falta palabras cuando los cuerpos hablan, y al poco rato estábamos en la cama de mi habitación.

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Acampada

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El pasado fin de semana fui de acampada con mi nieto, en lo que había planeado una noche muy especial: en honor a nuestro origen sioux, encenderíamos una hoguera, frente a la que meditaríamos para intentar descubrir su animal de poder.

Bajé los trastos del coche, monté el tipi, busqué ramas y encendí el fuego. Mientras tanto, mi nieto permaneció sentado mirando el móvil. Ni que decir tiene que fue tan imposible meditar como convencerlo de que quitara el sonido al dichoso trasto. ¡Qué ganas de cortarle la cabellera!

Microrrelato para el reto Escribir jugando de mayo del blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo

Otro final

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La pesadilla había sido la de siempre. También lo eran las líneas luminosas de la pared, provocadas por los rayos de sol que se colaban entre las rendijas de la persiana. Y la angustia, clavada en su pecho y extendiéndose como una flecha de punta venenosa.

Cerró los ojos, nada podía hacer por cambiar su vida. Los abrió. Sí podía. Se levantó, corrió las cortinas, abrió las ventanas. Cocinaría, leería, vería una película. Pero, lo primero, acabaría el cuadro de la selva. Aún le faltaba pintar el león.

Sonrió. No solo había cambiado su final, había conseguido un nuevo comienzo.

Microrrelato para el reto Escribir jugando de marzodel blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo

Volver

Me gustaría contarte que hoy he vuelto y he descubierto que treinta años no han sido suficientes para cerrar la herida. Todo se me aparece igual que lo recordaba, pero más ajado. Como yo. Miro la silla tirada en el suelo, rota. La valla con la que cercabas las ovejas ahora está oxidada; cuánto me gustaba ayudarte a meterlas, y cómo me regañabas porque las ponía nerviosas. Me sorprende que las fundas de los cartuchos sigan ahí, ensartadas en las puntas del cercado, aunque descoloridas. Creo escuchar tu voz: «Encuentra tres verdes, cuatro rojas, dos amarillas y cinco azules». Ahora sé que solo era una manera de mantenerme entretenido, pero era mucho lo que me divertía, y qué orgulloso te los llevaba cuando los conseguía reunir. Los árboles están más altos, solo ellos parecen haber seguido con vida. El resto se antoja muerto. Como tú. Seguir leyendo

Amor mañanero

San Valentín

14 de febrero.

—Buenos días, amor.

—Lo son porque estás conmigo, vidita. Toma, café.

—Oh, qué haría sin ti.

—Da igual, porque siempre estaremos juntos.

15 de febrero.

—Joder, ¿aún no has hecho café? Voy tarde.

—Haberte levantado antes.

—Borde.

—Eres inaguantable, un día me largo y no vuelvo.

—Ya estás tardando.

Microrrelato para el reto «Emociones en 50 palabras» de febrero de Sadire Lleide. Requisitos: escribir un microrrelato o poesía inspirado en la imagen o el sonido que nos proponga en tan solo 50 palabras.

La yaya

El blog de Lídia

Mamá sopla para apagar la cerilla tras encender las dos velas que flanquean la foto de la yaya. Todos la recordamos así: sentada, las manos en el regazo, los ojos cerrados y una ligera sonrisa. Me gustaba verla de ese modo; la observaba desde la puerta y me asombraba que fuera la misma mujer que me acosaba cuando nadie miraba. Que llevaba al diablo dentro, me susurraba, que anduviera con cuidado, que me estaba vigilando. Siempre creí que estaba loca; pero mientras apretaba una almohada sobre su cara, esperando a que dejara de moverse, supe que la yaya tenía razón.

Microrrelato para el reto Escribir jugando de febrero del blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo

Jingle bell

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Espumillón y bolas brillantes, villancicos y olor a galletas de jengibre, ¿qué podía faltar para que fueran unas Navidades perfectas?

Miró la mesa con solo un cubierto. Tragó saliva, suspiró y cogió su regalo. A pesar de haberlo comprado unos días antes, sabía que no era lo que quería.

Microrrelato para el reto «Emociones en 50 palabras» de diciembre de Sadire Lleide. Requisitos: escribir un microrrelato o poesía inspirado en la imagen o el sonido que os proponga en tan solo 50 palabras. He elegido el audio de la opción 1.

 

 

Nunca falla

El blog de Lídia

No le había contado esto a nadie, pero hoy, por lo que sea, me apetece compartirlo contigo: cuando estoy triste, cuando siento que la vida me vence, subo al desván, abro el baúl donde mamá guardó la ropa de la abuela Pilar, cojo uno de sus chales y me envuelvo en él. Con su olor arrullándome, cierro los ojos y recuerdo las palabras que un día me dijo: «Solo tú puedes encerrar tu pensamiento en una jaula. No lo hagas; deja que tu mente vuele libre».

Así lo hago, y siempre encuentro las fuerzas para seguir adelante. Nunca falla.

Microrrelato para el reto Escribir jugando de octubredel blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo

Conversación en el apeadero

emociones en 50 palabras

—Lo hemos pasado bien, ¿verdad?

—Bueno, tengo frío y me duelen los pies; la verdad es que no han sido mis mejores carnavales.

—Pero estás monísima; no como yo, que parezco una viuda.

—Qué va, si hasta el pájaro sabe que vas de Mary Poppins.

—¿Tú crees?

—Claro que sí…

Microrrelato para el reto «Emociones en 50 palabras» de septiembre de Sadire Lleide. Requisitos: escribir un microrrelato o poesía inspirado en la imagen o el sonido que os proponga en tan solo 50 palabras.

 

¿Impune?

El blog de Lídia

Levantó la vista. Una estatua de Izanami, la diosa de la creación, coronaba la fuente en la que se limpiaba las manos y los brazos. Bajó la mirada para lavarse la cara.

Mientras se alejaba, un soplo de aire en la nuca la obligó a girarse. Se fijó en la sangre que teñía el agua. Se sentía segura: no compartía ADN con el monstruo en el que se convertía con cada luna llena; los métodos de los hombres no darían con ella. Percibió los ojos de la diosa buscando los suyos. Tembló. ¿Podría también escapar de una venganza divina?

Microrrelato para el reto Escribir jugando de septiembre del blog de Lídia. Requisitos: Seguir leyendo