Golpes en la puerta

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GOLPES EN LA PUERTA

Nada mejor que una relajante ducha después de un largo y duro día de trabajo. Elena corrió la cortina y estaba metiendo una pierna en la bañera cuando oyó arañazos y maullidos lastimeros al otro lado de la puerta. Volvió a apoyar el pie en el suelo; con una sonrisa maternal abrió y entró veloz una peluda sombra negra.

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Me caes mal

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ME CAES MAL

Una vez más, los maullidos del gato no la dejaban dormir. Inés no sabía qué le ocurría; tenía agua, comida, tierra limpia y cualquier rincón de la casa como lugar de descanso. «Cojamos un gato, cielo», le dijo su marido. «Así te hará compañía cuando yo esté de viaje». Y al final dijo que sí. Y cómo lo lamentaba. Había roto el sofá y su chaqueta de cuero, y maullaba cada noche hasta las doce o la una de la madrugada.

Sin embargo, ya eran las dos y continuaba. Inés se levantó, intentaría calmarlo, aunque lo que de verdad quería era llevarle de vuelta al albergue de animales.

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Celos inflamables

Relato realizado para la primera prueba del Inventízate II de Literup.

Requisitos (en 500 palabras máximo):

a. Dos personajes deben enamorarse.

b. Tiene que haber un incendio.

c. Un personaje tiene que perder una mano.

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CELOS INFLAMABLES

Recuerdo la primera vez que le vi, paseaba un doberman y yo atravesaba el parque para ir a trabajar. Le volví a ver cada mañana, con el pulso acelerado. No hallaba motivo para acercarme a él y decidí comprar a Toffee, un caniche; desde entonces todos los días nos encontrábamos y hablábamos mientras desplegaba mis encantos.

Si me demoraba siempre esperaba, ya no quería irse sin saludarme aunque llegara tarde al trabajo. Comenzamos a quedar para desayunar antes del paseo; fuimos contándonos nuestras vidas y aspiraciones entre tés, cafés, bollos y cacas de perro.

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