La bruja y el disco de Sabina

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LA BRUJA Y EL DISCO DE SABINA

Aquel martes era el primer día de mis vacaciones. A media tarde decidí que no podía pasar el día entero en casa y salí a dar un paseo por el barrio. Callejeando descubrí que habían abierto una tienda de discos, en el local donde hasta hacía pocos meses hubo una charcutería. La Diskería, se anunciaba en letras verdes sobre fondo amarillo. Empujé la puerta y entré mientras escuchaba un chirrido.

Me gustó mucho cómo habían decorado el interior: las paredes pintadas en color verde pistacho y los discos ordenados en estanterías de madera. Al fondo, tras el mostrador, me saludó una joven. Llevaba una camiseta de Kiss, tenía mechas moradas en su larga cabellera morena y los labios pintados de negro. Le devolví el saludo y me disponía a curiosear cuando la oí preguntar:

—¿Quieres esto?

La miré. Agitaba un disco compacto en su mano izquierda. Me acerqué y me lo ofreció. Lo cogí y miré la portada: Joaquín Sabina sentado en el suelo, acariciaba a un gato pardo. No pude evitar gritar:

—¡Hala! ¡Es mi cantante favorito! Y no tengo este disco, ni siquiera lo conocía. ¡¿Cómo has sabido…?!

Levanté la vista hasta que nuestros ojos se encontraron. Por un momento pensé que debía de parecer patético, con una expresión de niño ilusionado. Si a ella se lo pareció no dio muestra. Solo sonrió y dijo:

—Es que soy bruja.

Le devolví la sonrisa. Se me ocurrió que era verdad y me había lanzado algún hechizo, porque de repente me sentía muy atraído hacia ella. Ojalá yo supiera algún conjuro para intentar ligar sin parecer idiota.

—¿Y dónde tienes la escoba? —Mierda. Le había faltado tiempo al idiota para salir de mí.

—En el cuarto de la limpieza. Solo la uso para barrer. Lo de volar son invenciones del cine. No la necesitamos, podemos teletransportarnos.

Seguía mirándome y sonriendo, así que di por hecho que no la había ofendido y que esperaba algo más de mí. Inspirado por Sabina, le dije:

—Tal vez cuando cierres podamos ir a tomar algo y, quién sabe, igual nos den las dos y las tres y…

—Me encantaría. Aún me faltan veinte minutos, pero puedo escaquearme, de algo tiene que servir ser la dueña de esto, ¿no crees?

Vaya que lo creía. Como también creía que esa tarde y la inminente noche iban a ser muy especiales. Me llevó hasta un bar que no conocía, donde tomamos unos chupitos de un líquido rosado, espeso y dulce. Y no recuerdo nada más hasta que me desperté, vestido en mi cama, a la mañana siguiente.

Cuando conseguí despejar un poco mi mente, lo primero que pensé es que me habían drogado para robarme. Revisé los bolsillos con el corazón acelerado y un martilleo en las sienes. No, tenía todo: la cartera con el dinero y el CD de Sabina, que además no había pagado. Sin embargo, no era aquella edición especial que ella —¿cómo se llamaba?— me había dado, sino Física y Química. Pensé que cambiarlo y pagarlo era una buena excusa para volver a la tienda, aunque me golpeaba en el pecho la posibilidad de haber hecho el ridículo la noche anterior.

Solo había una manera de saberlo, así que me duché, me vestí con la ropa que me había regalado mi madre en mi último cumpleaños, un par de pulverizaciones de Axe —aunque ya tenía comprobado que lo suyo era publicidad engañosa—, y me dirigí a la tienda.

Me quedé inmóvil —de cuerpo, porque el cerebro no paraba de dar vueltas—, cuando vi la desgastada fachada, los papeles de «Se vende o alquila» y el apenas legible cartel de Charcutería Juli. Allí ni había tienda de discos ni indicio de haber existido nunca. Tal vez recordaba mal y no era ese local, sino alguno cercano. Recorrí la calle arriba y abajo varias veces; también las de alrededor. No la encontré. Pregunté a cada viandante con quien me encontré, pero nadie sabía nada sobre La Diskería.

Con andar lento y la mirada fija en el avance de mis zapatos volví a casa. Al abrir la puerta me sorprendió oír música; solo mi madre tenía llave y nunca iba sin avisar. Me la habría dejado puesta con las prisas. Escuché con atención: era la voz de Sabina, pero nunca le había escuchado esa letra. De haberlo pensado habría salido corriendo, pero en lugar de eso entré en la sala. Casi se me desencajó la mandíbula al ver tumbada en el sofá a la chica de la tienda de discos.

—¿Qué…? ¿Quién…? ¿Cómo…? —A cada palabra me trababa.

—Soy una bruja, ¿recuerdas?

Pues al final no me robó la cartera —ni la televisión, malpensados—. Pero sí el corazón, y viví unos maravillosos meses junto a ella, en los que decidí no hacer preguntas —¿para qué estropear la felicidad con dudas?— ni me importó lo más mínimo parecer un idiota. Hasta un día en que, igual que apareció, desapareció. Ni rastro de ella, ni de su ropa, ni de sus cereales del desayuno, ni de su olor en la almohada. Me abandonó, como se abandonan los zapatos viejos. Por suerte, me dejó los discos de Sabina. 

 

Relato para el taller de escritura de Literautas de marzo.

Requisitos: que el relato (o una parte de él) tenga lugar en una tienda de discos y que aparezcan en el texto las palabras gato, bruja y cine.

63 comentarios en “La bruja y el disco de Sabina

  1. whatgoesaround dijo:

    Magnífico, cojonudo, chulísimo, qué bueno. Me ha encantado. Pero qué BIEEEEEEEEEEN escribes, por Dios, por Buda y por todos los dioses de todos los panteones y las religiones. Muy bien hilvanada la historia, la verdad es que esa bruja pinta muy interesante y seductora en la imaginación -por lo menos la mía-. Me ha recordado algunos relatos que cuenta a veces cierto divulgador del misterio, Vicente Fuentes (ufopolis.com), sobre casas encantadas que después nunca han estado ahí, cuando atónitas familias o viajeros en automóvil vuelven a ese lugar para encontrarse nada de ese escenario vivido. Igualito.

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    • lunapaniagua dijo:

      Pero ¿entonces te ha gustado? Ja, ja. Qué maravilla de comentario, acabas de subir mi ego unos cuantos escalones.
      Yo creo que con lo de la tienda de discos te has metido con facilidad en la historia 😉
      El padre de un amigo mío tiene una experiencia de esas, ya te la contaré.
      Abrazo 🙂

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  2. carlos montalleri dijo:

    Fantástico Luna, a veces hay que vivir sin hacer preguntas que en ocasiones no tienen respuestas. Y tanto más al tratarse de una bruja. De una bruja que se teletransporta, que los tiempos cambian. De Sabina poco que decir, que me encanta. Coincido contigo en tu respuesta a Lidia, Sabina o gusta o no gusta, no admite terminos intermedios. Y yo reconozco estar vendido a su causa y a sus letras. Un abrazo.

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  3. Magdalena dijo:

    Preciosísimo , Luna. Le diré a mi hija que lo lea. Tiene una tienda de discos en Santiago y le hará mucha ilusión.
    De Sabina me encantan las letras de sus canciones. Gustar a todo el mundo, lo que se dice gustar a todo el mundo, eso no lo ha conseguido ni el jamón serrano.
    Besiños palmeiráns.

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    • lunapaniagua dijo:

      A mí me encanta el jamón serrano 🙂 Mi padre siempre tenía un plato con jamón cortadito en la mesa de la cocina, y yo picaba al pasar. Cuando me fui de casa dejó de hacerlo porque decía que se secaba (así que ya sabemos quién era la tragona), pero siempre que iba me llevaba mi paquetito recién cortado.
      Así que tiene una tienda de discos, habrá pocas ¿no? Dile que no creo que todas las dependientas de tiendas de discos sean unas brujas, por si acaso…
      Muchas gracias, Magdalena, me alegra que te haya gustado.
      ¡Besazos!

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  4. Magdalena dijo:

    Es la única, claro está si no contamos los grandes almacenes. Tienda exclusivamente de discos, es la suya. Si me permites hacer un poquito de propaganda se llama «Discos fans».
    Le daré tu recado pero, un poco bruxiña sí que lo es.
    Un cariñiño desde Palmeira, Luna.

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  5. Feli Eguizábal Fernández dijo:

    Hola Lunapaniagua, un relato muy original, me ha encantado tu prosa tan musical. Felicidades.
    Te dejo mi link para que puedas ver mi trabajo. Nos leemos.
    felieguizabal.blogspot.com

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  6. inspectordisaster dijo:

    ¡Me encantáis los dos!: tú con tus historias y Sabina con su música (y la combinación de ambos es perfecta). Es cierto que a Joaquín Sabina se le odia o se le ama. Yo soy de este último grupo. En particular la canción en la que se basa tu cuento me vuelve loca: es oírla en el coche y ponerme a cantarla como una idem (para horror de cualquier oyente porque hay que ver lo mal que lo hago) Un beso, Luna.

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  7. Raúl dijo:

    Aquí otro sabinero. Como dice el maestro, tal vez era una chica que «siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta», de ahí sus poderes de bruja … Un relato muy divertido, lo he pasado muy bien. Saludos.

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  8. IreneR dijo:

    Buenas, Luna.

    Me ha encantado tu relato. Los has sabido llevar muy bien. Presentación, nudo y un gran desenlace.
    Enhorabuena.

    También participo en el taller de Literautas, mi relato es el número 20: Canela, vainilla e incienso.

    ¡Un saludo!

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  9. laacantha dijo:

    No hablaba todavía bien español y fue la primera canción que entendí de primera a última palabra , me hechizó el texto y Joaquín Sabina con su interpretación sensual y un poco descarada. Pero es la única cancion que me gusta de Sabina.
    Tu texto es fenomenal,de verdad fenomenal. Un encanto leerlo.

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  10. K.Marce dijo:

    Saludos, Luna:

    Un gusto pasar por tu blog y leer tu escena del mes. Como se te ha dicho tanto,y con justa razón. Es un texto muy claro, limpio y bien redactado. Aunque debo decirte que desconocía por completo al cantante, ya que siendo honestisíma, no escucho música de España, ni en español… :S.
    Y sobre la historia, bien dicen que lo bueno, nunca dura mucho…
    Queda constancia que he pasado a saludarte. ¡Nos leemos!

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  11. Mariana Sánchez dijo:

    Hola Luna: Me encantó tu cuento, muy bien escrito. La historia es exquisita, acá en Argentina Sabina es muy conocido, así que tengo bien identificado todos los temas citados.La verdad que la historia me pareció muy Sabina jaja. Felicitaciones.

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  12. Alfredo Mambié dijo:

    ¡Hola! Llegué hasta acá por ser un seguidor y participante consecuente de Literautas, y también por ser melómano. Tu relato es fresco, bohemio y tiene ese toque mágico de quien escucha a Sabina porque ama su música y el aroma que brota de muy adentro. «Retratos de novias que nos olvidaron, y un alma en oferta que nunca vendimos».

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